Aunque los hechos vandálicos sucedidos el domingo pasado en los alrededores del Atanasio Girardot, después del partido que Atlético Nacional perdió ante el Once Caldas de Manizales, no son los únicos ni los más graves que se han presentado en los últimos meses, sí deben marcar un punto de quiebre para acabar, de una vez por todas, con esa violencia desaforada que se viene presentando en los estadios y que tiene al fútbol colombiano en cuidados intensivos.
La violencia en el fútbol viene siendo cada vez más reiterada y creciendo en vandalismo y consecuencias negativas. Ya son pocos los partidos en los que no hay disturbios dentro o fuera del estadio. Domingo a domingo, o cuando hay encuentros en semana, grupos minoritarios de hinchas, la mayoría de ellos menores de edad, atacan sin motivo alguno a los seguidores de los equipos rivales, a la Policía o, incluso, a los seguidores de su misma camiseta.
Tras los violentos desmanes del pasado fin de semana, la Alcaldía de Medellín decidió prohibir la entrada de menores a todas las tribunas del estadio para el próximo partido contra el Cúcuta y no permitirá tampoco el ingreso de banderas, papel picado, instrumentos musicales y demás elementos que los hinchas llevan al estadio.
Esas medidas, aunque son un castigo, nos parecen insuficientes. Por eso, apoyamos la idea lanzada por el Coronel Luis Eduardo Martínez, Comandante de la Policía Metropolitana, quien les solicitó a la Alcaldía y a las autoridades del fútbol cerrar el estadio por varias fechas o jugar los partidos a puerta cerrada.
Lo hemos dicho en varias oportunidades y lo repetimos: el fútbol profesional colombiano necesita una intervención a fondo y contundente. Además de la persuasión y de las campañas educativas, se requiere mano fuerte de algunas autoridades para impedir los desmanes y una legislación más ágil para que esas autoridades tengan herramientas que les permitan judicializar efectivamente a los revoltosos que, por ser muchos de ellos menores de edad, se libran fácilmente de una detención.
Basta ya de diagnósticos y de acuerdos de buenas intenciones. Las disculpas y los perdones se acabaron y, de no tomarse medidas radicales, los disturbios seguirán repitiéndose al término de cada partido y tras ellos, el lamento por los muertos, los heridos o los destrozos materiales que se presenten.
Todo esto debe ir de la mano de una reingeniería en las finanzas y en la organización de los equipos, que les permita ser verdaderos clubes deportivos. El nivel actual es pobre y solamente saneando las instituciones se podrán hacer procesos bien estructurados que redunden en la contratación de buenos jugadores y, por ende, en la mejoría del espectáculo.
El fútbol es el primer entretenimiento de los colombianos y el más famoso, visto y practicado de todos los deportes en el mundo entero. Por eso, no podemos dejarlo morir y para ello se necesita ponerlo en cuidados intensivos para curarlo de esos males que tanto daño le están haciendo.
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