De niño, Giovanni Moreno, cuenta su abuela Celina Cardona, hacía pelotas con papel periódico para jugar cuando le escondían las de verdad para que no acabara los zapatos ni quebrara los vidrios del vecindario.
El "encorvado", como lo llama cariñosamente esta matrona de 70 años que lo vio nacer en Segovia y lo levantó a "punta de lentejas, jugos y frijoles", se inició en la cancha de Santa Mónica.
Mientras su abuelita atendía una chaza que tenía allí, Giovanni se "peleaba con los muchachos del barrio por los balones" o se "gastaba la plata de los mandados en el play , en el que siempre era el mejor jugador".
Así fueron los comienzos del número 10 de Nacional, que es tildado por su técnico Ramón Cabrero de "jugador con licencia para sorprendernos con buen fútbol".
Antes tenía que pedirle a su abuela pasajes para el bus. Hoy llega a las prácticas en una camioneta último modelo, marca Mistsubishi. De ella se le ve descender en el Templo del Fútbol o en San Cristóbal, sitios recurrentes en semana, donde se pone a prueba para continuar construyendo el futuro que desea tener en Europa.
"Cuidado que cuando las bombas se inflan demasiado se revientan muy fácil", es la frase que a diario le repite su abuela, aún cuando él le lleve, como acostumbra, serenata con mariachis en cada cumpleaños.
Giovanni intenta poner en práctica aquello de no "inflarse". Prueba de ello es que "me considero un jugador que se divierte con la pelota, una persona común y corriente que usa el celular para despertarse, juega cartas cuando tiene tiempo libre, comparte con la familia, ve películas de comedia y juega play con sus primos y hermanos".
Nada raro es, entonces, verlo, como sucedió antes de la concentración de Nacional para el juego de mañana con Santa Fe, comiendo hamburguesas en una tarde calurosa, en Santa Mónica, por lo general acompañado de su "pana", Edwin Cardona.
Justamente con el juvenil volante antioqueño es con quien más momentos comparte, como sucedió esta semana en Neiva, donde, además de las prácticas, se alojaron en la misma habitación del hotel Chicalá. Cuentan que son tan llaverías que intercambian análisis de los partidos y se brindan consejos sobre el futuro de cada uno de ellos.
"Niño viejo" lo llama su abuela. Ella todavía no olvida que hasta hace poco le "servía cuatro platos en el almuerzo y dormía en mi rincón".
Hoy, dice que desde que Giovanni decidió independizarse, le hace fuerza y le echa bendiciones. "Es una persona generosa que se merece muchas cosas lindas".
Generador de alegrías
El Flaco es algo dormilón y un teso en el play. Pero también, como lo reconoce Cardona, "como futbolista es nuestro referente, la pieza clave de Nacional y el jugador de moda en Colombia".
Giovanni no esquiva a los fans, ni se oculta. Con suma paciencia, como ocurre a diario cuando entra o sale de las canchas de entrenamientos o sale de compras a algún centro comercial o almacén de cadena, firma autógrafos y posa para las fotos.
Este gigantón de 1.92 metros de estatura calza 43 en tenis. Prefiere la ropa deportiva a los trajes acartonados. Y se mueve como pez en el agua cuando de jugar cartas se trata o cuando de inventarse un tacón excepcional o una chalaca, en prácticas o partidos.
Incluso, hasta los que ya se han ido de las canchas, como Mauricio Chicho Serna, quien esta semana se lo topó en el Templo del Fútbol, lo consideran un jugador especial, distinto. "Es capaz de cambiar la rutina de un partido con una joya que se inventa en cualquier momento".
"Maestro" le repitió tres veces, el domingo pasado, un aficionado en el estadio Atanasio Girardot, después del gol de medio taco que le metió al Tolima.
Ese es Giovanni, el Flaco aquel de la camisa 10 verde que algún día llegó a la gran ciudad en busca de un futuro. De su Segovia natal quedaron atrás bonitos recuerdos de una niñez, alegre aunque con carencias, que giraba alrededor de los socavones de la Frontino Gold Mines. Por fortuna y gracias a las regalías que de ella obtenía su padre pudo tener el primer balón que lo condujo al fútbol.
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