Apreciados lectores: hace aproximadamente ocho años, por generosa invitación de la doctora Ana Mercedes Gómez Martínez , directora de EL COLOMBIANO, inicié una nueva aventura a los pocos días de mi retiro del Ejército Nacional.
En efecto, por aquella época (2004), se trabajaban los nuevos horizontes de la seguridad democrática para neutralizar a los actores violentos en esos momentos aciagos para la Patria. Y por esta razón, me pareció interesante incursionar ya no con las armas legítimas del Estado sino con la pluma, en un espacio de opinión llamado SIN PAUSA, fehaciente referencia a la continuidad de mi compromiso personal con la construcción de la Nación.
Desde entonces y gracias a la inmensa generosidad de esta distinguida y apreciada Casa Periodística, me dediqué a crear opinión, planteando, sugiriendo, contraviniendo e interrogando sobre temas relacionados con la seguridad de la Patria y la tranquilidad ciudadana interna, con total independencia y criterio personal. Cuando fue del caso, rechacé posturas inconvenientes acerca de la anhelada paz y enjuicié acciones mediáticas, violentas y solapadas por parte de los grupos armados ilegales, rechacé y condené acciones terroristas y vejámenes cometidos contra la población civil indefensa, como también exigí la liberación de todos los cautivos en poder de las Farc y el ELN.
En otras oportunidades pedí claridad sobre las posturas de las misivas de Colombianos y Colombianas por la Paz (CCP), clamé con todo respeto que la sociedad se pronunciara en un rechazo unánime contra los violentos; recuerdo el "NO MÁS FARC", no faltaron los llamados a la solidaridad y apoyo a las instituciones legítimas y democráticas de un país que como Colombia está lleno de ganas de paz y de reconciliación nacional, pero que hoy se consume entre la intolerancia de unos pocos y el inalienable derecho de una mayoría de colombianos a una patria mejor, más segura y con equidad.
Considero que esta posición firme, frentera, sobre temas de guerra y paz, me granjeó más amigos que contradictores. Tal vez, sin pretensiones inmodestas de mi parte, fue un aporte a una discusión civilizada en la cual reinará la diversidad ideológica, pluralista y no el uso violento de la fuerza y el terror. Creo haber aportado como todos ustedes mi grano de arena en la búsqueda de la paz nacional. He cursado una nota de despedida, con mi inmensa gratitud a los directivos de EL COLOMBIANO por esta oportunidad y la grata confianza que me bridaron en todos estos años. Por decisión, de orden personal, considero que mi trasegar como aprendiz de periodista en EL COLOMBIANO ha finalizado.
Sólo me resta expresar mi agradecimiento sincero a todos sus directivos, a Luis Fernando Ospina, editor de opinión, mil gracias por las amabilidades que me dispensaron. En mi corazón no hay más que reconocimiento y gratitud. Les haré llegar en su momento la recopilación de más de un centenar de columnas que reflejan mi gran amor por Colombia y respeto por su pueblo.
PAUSA UNO: A mis amables lectores, que Dios los guarde. Lo mejor para todos, se lo merecen. Mis respetos a esa noble y pujante tierra antioqueña.
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