Lo bueno se hace esperar. Saquen el pasaporte y compren los pasajes, porque Colombia ya está en el Mundial de Brasil.
Hubo que soportar 16 años de impotencia, una eliminación por falta de un gol, otra por hacer un punto menos y la final por muchos inconvenientes, pero llegó la hora de festejar.
Tocó asimilar el chaparrón de Chile ante las equivocaciones colectivas en el primer tiempo y por ahí Ecuador hacía el favor venciendo a Uruguay, pero el honor estaba en juego y el compromiso de los jugadores fue de tal dimensión que se sobrepusieron de tres goles en contra para conseguir un dramático 3-3 que significó el anhelado punto que faltaba para iniciar la fiesta que estaba apagada desde 1998.
Esta vez fue Falcao, con el segundo penalti convertido, el que repitió lo de Wílmer Cabrera en 1997 cuando se le ganó 1-0 a Venezuela para clasificar a Francia-98. En esta oportunidad no se superó a los australes, pero Colombia fue grande en el segundo tiempo, derrochó corazón y con esa anotación histórica del minuto 83 puso a llorar a 40.000 personas en el estadio y a 45 millones de colombianos de la emoción.
Gracias a que el grupo puso a prueba su pundonor acudiendo a la táctica fritanga (con corazón y huevos) y el técnico José Pekerman aceptó que se equivocó corrigiendo a tiempo, el público olvidó que se perdía 3-0 en el primer tiempo y la Selección llegará a la última fecha de la Eliminatoria Suramericana con el tiquete en el bolsillo y la autorización para que sus jugadores se metan a clases de samba por el tanto de Teófilo y el doblete de Falcao.
"No tengo palabras para definir lo que logramos", dijo en medio de la locura David Ospina en la cancha del estadio Metropolitano mientras sus compañeros le daban gracias a Dios y corrían embriagados de felicidad. Las lágrimas de Faryd Mondragón hicieron recordar el último Mundial diciendo “nos merecemos esta clasificación” y el público, ese que aplaudió en el entretiempo pese a la derrota parcial, se quedó 40 minutos de pie aplaudiendo, repartiendo abrazos y dándole las gracias a esos gladiadores vestidos de amarillo que cumplieron su promesa: regresar a Colombia al mundial de mayores. Seguramente vendrán correciones, pero por ahora festejos, que “nos lo merecemos”, como lo dijo Mondragón mientras Pekerman era cargado como un héroe y resaltaba "cumplimos con una generación fantástica y tenemos muchas cosas por disfrutar" al conseguir el cupo para Brasil-2014.