Antes de irse para el Once Caldas, en julio de este año, Hárrison Henao se hizo tatuar un ave Fénix en su espalda. Algo en su corazón le decía que este paso representaría su consolidación definitiva en el fútbol profesional, luego de varios intentos fallidos por causa de lesiones y porque muchos entrenadores que lo observaron no valoraron su talento.
A los 23 años el muchacho criado en las calles del barrio Espíritu Santo, de Bello, está feliz, porque sus presentimientos se cumplieron. Con solo cinco partidos como titular y siete en el banco de suplentes, se coronó campeón con el conjunto de Manizales y desde ya sueña con su debut en la Copa Libertadores de América en 2011.
Ni él mismo lo creía el domingo pasado cuando el técnico Juan Carlos Osorio, en el camerino, le dijo que se alistara, porque tenía un puesto entre los once inicialistas, por encima de otros jugadores de más trayectoria y experiencia.
Tras superar el susto que genera protagonizar una final, se batió como un león en el estadio Palogrande. Ni siquiera la patada que le dieron en la nariz mermó sus ímpetus para frenar a los temidos volantes y delanteros del Tolima.
Luego se le vio celebrar y aún más con los amigos del barrio que lo esperaron en la Terminal de Norte y en una caravana, con todo y carteles, como el campeón que es, lo acompañaron el lunes por toda la autopista hasta el Espíritu Santo donde se armó el carnaval.
Ni un paso atrás
La historia de Hárrison se parece a la de muchos antioqueños que han tenido que emigrar en busca de oportunidades. Primero estuvo en le preselección juvenil de Antioquia y una lesión lo sacó de la lista definitiva. Se probó en el Medellín, Itagüí y Rionegro, sin suerte. En el cuadro rojo, por ejemplo, le dijeron que ya estaba muy viejo para aspirar al rentado.
Soportó las dificultades en la Primera C con Real Sociedad del Magdalena Medio y hasta se probó en el Caracas, y nada.
Para ayudarle económicamente a su mamá y sostener a su hijo Andrés Felipe que hoy tiene siete años, trabajó como piscinero con la empresa que patrocina el equipo que lo acogió en la Liga Antioqueña de Fútbol.
Y estuvo a punto de desistir del balompié hasta que apareció Mauricio Serna, quien después de verlo jugar le dijo a William Montoya, presidente de origen, Piscimol El Molino, que le cedió el 50 por ciento de los derechos deportivo del jugador a Embajadores, que este mismo año lo vería debutar en el torneo de la Dimayor.
Y así fue. El 28 de octubre se estrenó con el Once Caldas frente al Junior, en Barranquilla, donde actuó durante 20 minutos. Hárrison, quien fue arquero, volante de creación y ahora un mediocampista con mucha clase, no desaprovecha oportunidad para resaltar los esfuerzos de su mamá, quien luchó para sacarlo adelante.
Cuando él tenía cuatro años su papá fue asesinado y ella trabajó en un taller de zapatos para sostener la familia. Como gratitud y una vez regresó de Manizales, se tatuó para toda la vida su nombre en brazo izquierdo.
Luz Mery, dice en letras finas y llenas de sentimiento y amor de un hijo agradecido y orgulloso de su mamá.
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