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Hipopótamos, amenaza y también juego de niños

En una escuela de Doradal los tienen de vecinos, pero los niños parecen no tener muy claro lo peligroso que son estos animales.

  • Hipopótamos, amenaza y también juego de niños | De manera peligrosa, los niños acuden al lago, a veces a sacar agua y en otras hasta a bañarse. Esto podría desatar la furia de los hipopótamos, que defienden su hábitat. FOTOS ESTEBAN VANEGAS
    Hipopótamos, amenaza y también juego de niños | De manera peligrosa, los niños acuden al lago, a veces a sacar agua y en otras hasta a bañarse. Esto podría desatar la furia de los hipopótamos, que defienden su hábitat. FOTOS ESTEBAN VANEGAS
01 de junio de 2014
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A pesar de saber que son animales de tamaño descomunal, la pequeña Lina, de 10 años, no tiene problema en sumergirse con sus amigos de escuela en el lago donde habita una familia de hipopótamos en el corregimiento Doradal, por fuera de la Hacienda Nápoles.

Confiesa que de tanto verlos allí, ella y los otros niños se acostumbraron a la escena y hasta dejaron el temor a la posibilidad de ser atacados.

-Ellos son muy tranquilos, nosotros a veces nos bañamos en el lago cuando están más retirados-, confiesa Lina, que los admira porque le parecen "lindos" y muy serenos.

Viven junto al colegio
A menos de cien metros de la Institución Educativa Rural Balsora, en el corregimiento Doradal, Puerto Triunfo, está el lago donde vive la que podría ser una familia de hipopótamos, que incluye cuatro ejemplares, pues aunque el primer día observamos tres, en otra visita descubrimos los cuatro.

El lago está en las afueras de Nápoles y los campesinos se enseñaron a verlos, tanto cuando descansan en el agua, como cuando salen para irse a buscar alimentos en las noches. En la oscuridad se siente la tropa. Su color negro los camufla en las tinieblas. Con su fuerza descomunal rompen cercas y barreras. Llevan hambre y su objetivo es alimentarse. Hay que abrirles paso.

-Ellos llevan tiempo ahí. Cuando los veo, paro la moto y dejo que pasen, ellos si uno se queda quieto ni lo miran-, dice Ignacio Ramos, habitante de una vereda cercana, quien transita todos los días por la carretera que de Doradal lleva a Puerto Nare, una vía destapada alterna a la principal.

Paula Murte, profesora de la escuela Balsora, que funciona en una casita rústica, muy campesina y con un solo salón para dictar clases, sostiene que a pesar de que los hipopótamos están a poca distancia, no ve que representen peligro.

-Acá les advertimos que no se acerquen al lago, porque sabemos que ellos salen a pastar y pueden ser peligrosos, pero del resto siempre están ahí, tranquilos-, dice la profe.

Añade que a veces, en las tardes, sale la manada mientras los niños juegan fútbol, y nunca ha pasado nada.

También se ven en el pueblo
El alcalde de Puerto Triunfo, Santiago López, dice que en la zona urbana también los ven.

-Ellos salen al pueblo, a la cancha del parque Jorge Tulio Garcés, y la gente cierra las puertas para evitar riesgos con los niños-, señala al mandatario local, que valora los esfuerzos de Cornare y otras autoridades por salvar esta especie buscando su esterilización y no su muerte, como lo han recomendado ambientalistas y algunos expertos en el tema, sabiendo que los hipopótamos son la segunda causa de muerte en África, esto cuando defienden su territorialidad al sentirla invadida.

Un crecimiento descontrolado de esta especie en el Magdalena Medio podría llevar a que invadan el río Magdalena, altamente navegado y con pescadores, lo que desataría ataques a los humanos.

En las escuelas de la zona y en encuentros comunales, a las comunidades se les advierte el peligro y la recomendación suele ser la misma: que nadie se meta a su territorio, pues si no es así, los animales se mantienen tranquilos.

La amenaza la sentimos cuando nos acercamos mucho al lago, pues en dos ocasiones, el más grande de los ejemplares intentó salir para ahuyentarnos y solo cuando nos alejamos volvió a hundirse.

Peligro y diversión
Pero, ¿qué tan consciente es un niño del peligro que representa un animal que puede pesar entre 2 y 4 toneladas y que alcanza velocidades superiores a los 50 kilómetros por hora?

Diego, otro alumno de Balsora, no cree que lleguen a atacarlo. Y si lo hacen, tiene la estrategia para defenderse.

-Mis papás dicen que si me llegan a perseguir corra pa" los lados y así no me pasa nada, porque ellos corren derecho-.

Por eso, no siente miedo en acudir, con otros compañeros, a sacar agua del pozo ante el pedido de una de las cocineras de la escuela. Al verlos, la maestra Paula les advierte que no lo hagan y les da su regaño. Los niños ríen y le explican que una señora les pidió el favor.

-Ustedes saben que allá no se pueden arrimar, hagan caso por favor-, les dice la profe. Y ellos, entre cuatro, salen con el balde lleno. En la escuela no hay servicio de agua y la necesitan para hacer el aseo.

Llevan a crías de mascota
Los niños hacen otra confesión que nos deja aún más sorprendidos: en algunas casas campesinas de la región los han tenido de mascotas.

-Mi papá una vez nos llevó uno chiquito, yo lo puse Luna porque era muy tiernito, sólo le dábamos leche-, relató la niña, pero nos reservamos su nombre para protegerla de una posible represalia.

Igual hacemos con otro pequeño que afirma que su padre suele sacarlos de los lagos cuando están bebés y llevárselos a su casa, donde permanecen unos meses y luego se los llevan en camionetas.

-Mi papá ha cogido tres. Es hasta bueno porque uno tiene un animalito en la casa, nosotros les damos tetero porque solo toman leche. La piel es lisa, uno lo moja y él bota una baba, uno lo toca por encima y parece que fuera un jabón...

Según el chico, lo triste de la historia es cuando se los llevan: -Me quedo triste porque ellos están enseñados a uno. Él, mi mamá y mi hermano se van a cogerlos-, añade y recuerda que también los ha bautizado.

-A uno le puse Joaco, a otro que se mantenía encima de mi papá chupándole los pies, Magola, y la otra Vanessa.

¿Por qué algunos campesinos se arriesgan a sacar a los hipopotamitos o bebés hipopótamo de los lagos, los llevan a sus casas, los alimentan y luego se los llevan? Les corresponderá a las autoridades indagar los motivos de esta práctica, que la desconocen.

Dicen en la región que los han visto en otra vereda de Doradal. Que algunos finqueros los tienen de mascotas. Que hay manadas por Yondó. Y se teje el mito de que hay hasta tráfico de colmillos para extraerles el marfil.

En todo caso, nadie habla de un ataque a los humanos. ¿Hasta cuándo durará la calma de esos gigantes africanos implantados a la fuerza en un territorio extraño como el Magdalena Medio antioqueño? La misión de las autoridades será detectarlos, esterilizarlos, darles refugio seguro y garantizarles la vida hasta que se mueran de viejos, una tarea quijotesca y muy costosa...

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