Las imágenes y las noticias de los noticieros de los canales privados nos van a enfermar (¿o ya nos tienen enfermos?). Conozco una cantidad inmensa de gente que decidió, por salud mental, no verlos.
A mi modo de ver el tratamiento de la información es más de tipo espectáculo, supongo que con la intención de llamar la atención al mayor número posible de televidentes (rating). El vértigo entre una información y otra impide al televidente asimilar o entender lo que acaba de ver.
Solo quedan sensaciones: la sensación de una realidad caótica, sin esperanza ni futuro donde todo en el país está mal, con excepción de algunos datos curiosos, anecdóticos o incluso chistosos.
La realidad que nos muestran es fragmentada y distorsionada. Provocadora de miedo e inestabilidad. Muy pocas veces quedan en el recuerdo las noticias que muestran algo positivo de la sociedad.
Ese show noticioso está cargado de una zozobra que permite mantener al público en estado de desesperación de tal manera que va creando una masa moldeable, fanática, polarizada y lista (aunque no lo sabe) para asumir la postura de los intereses que la manipulan. Es casi como el influjo de la propaganda nazi, que logró que los alemanes hicieran lo que el régimen los convenció de que era lo mejor. El lavado cerebral lo hizo a través de los medios, y eso que no estaban tan desarrollados como hoy.
Nada raro que los televidentes estén huyendo hacia otro tipo de opciones: entienden que los noticieros privados están deformando la realidad. "Es que la realidad en Colombia es violenta, ¿cómo mostrar otra imagen de ella?", es la excusa. No es cierto, porque no es "la" realidad: es solo una parte de ella. Y además: hay libertad para escoger las imágenes de la violencia: el plano, el ángulo (hasta música les ponen) todo eso influye.
Nuestros colegas inmersos en el mundo noticioso necesitan polo a tierra: otros ojos, otras disciplinas, otras miradas. Nos tenemos que inventar otra manera de reproducir noticiosamente lo que está pasando. No estoy proponiendo acabar con el mensajero, estoy pidiendo que el medio no aumente, deforme o fragmente la realidad.
Propongo más análisis, lo que a su vez impediría la sucesión vertiginosa de notas que al final dejan sin aliento al televidente (que sin entender lo que vio, queda con la sensación de que todo está muy mal). Y que la agenda informativa no se deje manipular por los que quieren polarizar al país: parte de la responsabilidad ética de los medios masivos es bajarles el tono violento a los violentos.
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