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La guerra marca los primeros 100 días de Medvédev en el Kremlin

14 de agosto de 2008
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El presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, cumplirá este viernes sus primeros cien días en el Kremlin con una guerra a sus espaldas y, quizás, con la peor crisis en las relaciones de Moscú con Occidente desde 1979, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán.

Medvédev, el jurista de San Petersburgo elegido por su antecesor y actual primer ministro, Vladímir Putin, para sucederle en la jefatura del Kremlin, difícilmente pudo imaginar el 7 de mayo pasado, cuando juró solemnemente su cargo, que antes de cumplir cien días en el poder tendría, literalmente, su bautismo de fuego.

La llegada a la Presidencia de un joven abogado, sin antecedentes de actuación en los servicios secretos y con un profuso discurso sobre la primacía del Estado de derecho y la libertad elevada a valor absoluto, generó incluso expectativas de cambio en algunos sectores de la casi inexistente oposición liberal.

El mecanismo de sucesión ideado en el Kremlin y confirmado en las urnas incluía un seguro de continuidad de las políticas aplicadas por Putin durante sus ocho años de gestión presidencial: la reconversión del jefe de Estado saliente en primer ministro.

No había acabado de jurar el cargo, cuando Medvédev propuso a la Duma (Cámara de Diputados) la candidatura de Putin como primer ministro, la cual fue confirmada al día siguiente por los legisladores, que habían anunciado la celebración de la plenaria incluso antes de la ceremonia de investidura del nuevo presidente.


Putin sigue como protagonista
La creación del tándem Medvédev-Putin, anunciada durante la campaña electoral, tuvo dos grandes lecturas: una, el presidente saliente respalda desde el Gabinete de Ministros con su autoridad a su sucesor, y la segunda, el ex jefe del Kremlin asume el Gobierno para continuar controlando desde allí el poder.

Tras dos meses de apacibilidad, la primera señal de la enorme influencia y el peso del primer ministro se produjo cuando, a finales de julio, Putin lanzó un ataque contra el grupo metalúrgico Mechel, al que acusó de evadir impuestos mediante operaciones de comercio exterior.

Las acusaciones del jefe de Gobierno provocaron el desplome de la bolsa el 24 de julio y el grupo imputado perdió más de 5.000 millones de dólares, más de un tercio de su capitalización.

La prensa del país destacó el largo silencio de Medvédev ante las declaraciones de su primer ministro, que trajeron a la memoria el caso de la petrolera Yukos, actualmente liquidada, y con su fundador, Mijaíl Jodorkovski, cumpliendo una larga pena de prisión.

El protagonismo de Putin como hombre fuerte de Rusia salta a la vista: no ha habido jefe de Estado que haya viajado a Moscú que no se haya reunido con él y la frecuencia de sus imágenes en los informativos de televisión no es inferior a la de la época de su gestión presidencial.

Reacciones a la guerra
El estallido de la guerra en la región separatista georgiana de Osetia del Sur, el 8 de agosto, sorprendió a Medvédev de vacaciones y a Putin en Pekín, adonde había viajado para asistir a la inauguración de los Juegos Olímpicos.

La primera reacción a las acciones bélicas en el Cáucaso provino de la capital china, donde el primer ministro ruso declaró que el ataque georgiano "no quedaría sin respuesta".

Horas después, Medvédev anunciaría el comienzo de la operación para "imponer la paz a Georgia".

"Creo que lo correcto sería que usted, Dmitri Anatólievich (patronímico del presidente ruso), impartiera instrucciones a la Fiscalía de documentar tales casos", diría luego Putin al jefe del Kremlin, al informarle de "elementos de genocidio contra el pueblo oseta".

La "operación para imponer la paz" a Georgia, cuyo término proclamó Medvédev el martes pasado, ha puesto las relaciones de Rusia con Occidente y, en particular, con Estados Unidos en su peor momento en varios decenios.

"No estamos en 1968, en la invasión de Checoslovaquia, cuando Rusia podía invadir a un país vecino, ocupar una capital, derrocar a un Gobierno y marcharse. Las cosas han cambiado", advirtió a Moscú la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice.

Según la jefa de la diplomacia de E.U., si Moscú persiste en violaciones del alto el fuego en Georgia, ello "servirá para profundizar el aislamiento (internacional) en el que Rusia se está moviendo".

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