A las nueve de la mañana del domingo pasado comenzó a sonar la música. Como cada fin de semana, Gabriel Ospina se aprestaba a soltarle las riendas a la melomanía característica de una mañana dominical en los barrios medellinenses, cuando de la nada, o mejor desde un teléfono, el silencio llegó.
Como si el disco se hubiese rayado, la voz de acento español de Sandra María Vélez llevaba consigo la horrible noticia: "Jason se murió".
Sandra, la madre, y Gabriel, el papá en la distancia de Jason Felipe, se sumieron en una tristeza y un silencio que hasta hoy paraliza desde el barrio Guayabal-Cristo Rey hasta la base Miguel de Cervantes, de la Fuerza Interina de la ONU en Líbano (FINUL), en Blat, sur de Líbano.
A partir de entonces, el desconsuelo de Gabriel solo le ha permitido pronunciar pocas palabras, sentencias breves y cargadas de angustia, aunque siempre defendiendo el que para su hijo fue un gran sueño: prestar el servicio militar en otro país.
"Él estaba muy amañadito. A él se lo iban a llevar con anterioridad para Líbano, pero le dio una infección en la garganta. Luego mejoró y hace como 20 días se lo llevaron -le contó Gabriel a EL COLOMBIANO-. Tenía muchas ganas de ir por allá, de ir a conocer".
Blindajes que matan
El cabo del Ejército español, Jason Felipe Ospina Vélez, nacido hace 22 años en Medellín, pero residente desde hace 10 en Almería, España, murió el domingo en un accidente de tránsito a escasos 200 metros de la base desde donde también llamaba a contar sus dichas los domingos musicales.
Según lo que le dijeron a Gabriel en el Consulado de España en Bogotá, su hijo iba manejando un carro blindado que se volcó. Él pereció, pero los otros dos ocupantes vivieron para contar la historia.
"Me explicaron que esos carros blindados pierden estabilidad por su gran peso... Así fue que murió mi hijo", expresó el padre, que ayer mismo viajó a España para recibir los restos de Jason.
Siguiendo el ejemplo
Jason desde chico le decía a su progenitor: "Papá, yo quiero prestar servicio militar como tú". Gabriel, a quien siempre tenía en cuenta para tomar las decisiones importantes de la vida, había sido soldado en el batallón Girardot, en Villahermosa.
"Yo no estaba de acuerdo con que fuera a Líbano, porque esos países son peligrosos, pero él me dijo que sabía cuidarse. Eso sí, no le dije que no fuera, solo que no me parecía", terminó de contar Gabriel, un papá al que los domingos por la mañana se le llenarán de silencio.
