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Jairo, el "magnate" de los aguacates

HACE OCHO AÑOS la gente ve a este hombre vender aguacates en la esquina de la Oriental con Colombia. Sin duda es el gran vendedor de la fruta en el Centro. Es un "magnate" sin dinero ni capital, pero le sobran ganas de luchar y de dar ejemplo a sus hijos y a su esposa.

  • Jairo, el "magnate" de los aguacates | Hernán Vanegas | Quedando sin piernas y sin una mano, Jairo pudo convertirse en una carga para su familia, pero no fue así. Desde niño aprendió el valor de la superación. No necesitó grandes milagros para ser reconocido en la sociedad. Luchar, entregarse a su familia y trabajar siempre con honestidad son sus grandes valores.
    Jairo, el "magnate" de los aguacates | Hernán Vanegas | Quedando sin piernas y sin una mano, Jairo pudo convertirse en una carga para su familia, pero no fue así. Desde niño aprendió el valor de la superación. No necesitó grandes milagros para ser reconocido en la sociedad. Luchar, entregarse a su familia y trabajar siempre con honestidad son sus grandes valores.
05 de marzo de 2011
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No fue que tuvieran mal corazón o que les importara un comino las dolencias de su muchachito. Hundidos en lo último del mundo, por allá en una vereda de Cocorná, los padres de Jairo Alonso Giraldo no tenían por qué saber que el problema de su niñito era grave y pensaron que con hacerle lavados con hojitas de café la infección sanaría.Pero ¡qué va! La vida les cobró su creencia y un simple uñerito que le dio al niño en el dedo gordo del pie dejó a Jairito sin piernas y sin una mano.

-Por esa bobadita quedé mocho-, apunta Jairo, ya con 38 años, gordo y con una familia para él solo.

Cuando le ocurrió la desgracia era Jairito, de un año y el orgullo de sus papás, que aunque le daban mimos, tampoco se iban a echar un viaje eterno por las montañas para llevarlo al pueblo a que lo viera un médico.

-Era una infeccioncita-, cuenta Jairo, que dice entender a sus papás, pues en ese tiempo se quería curar todo con lavados, bebidas y menjurjes. Con Jairito eso falló. La llaga creció, el pie se le puso como una yuca: gordo y negro y además le dolía.

A lo último, asustados, los papás decidieron tirar trocha hasta sacarlo al pueblo. Pero con lo avanzado de la infección, ya ni siquiera el hospital de Cocorná lo pudo curar y lo remitió a Rionegro.

-Iba con un pie hinchado y en la ambulancia la infección me saltó al otro pie-. Así se lo contaron sus padres.

Según él, a los viejos les tocó chantar firmas autorizando la amputación de los miembros del niño.

-Solo me salvaron la manito derecha. Perdí las dos piernas de la rodilla pa'abajo y la mano izquierda-.

Se veía difícil que se criara, pero el muchachito resultó más fuerte que los pronósticos y duplicó la habilidad de las partes buenas. Y la naturaleza lo dotó con un corazón valiente y un espíritu aventurero. No se echó a morir, alzó vuelo y con once años cogió un bus para Medellín.

-Empecé a ganarme la vida solo, vendía Marlboro, confites y frutas, lo mío era la plata, no el campo-, cuenta Jairote, con esposa y dos hijitos que parados junto a él se ven más altos.

Lina la grande
Y para que vean, amputado y todo, el rebusque lo llevó a otras ciudades del país, a Venezuela y a Ecuador.

-A los quince años me vine del todo a Medellín, un tío me recibió y me apoyó. Acá lavaba carros, vendía legumbres, no fui una carga-.

Un día, esos recorridos lo llevaron a la Costa junto a un hermano que lo siguió en las andanzas. Jairo era el líder, pese a no tener ni pies ni una mano. Y como a la Costa es difícil ir, estar varios años y no traerse una morena, la que cayó fue Lina Margarita Santiago, que quedó flechada por un detalle pequeñito:

-Lo vi de pelo largo y me encantó, ni me fijé que era mocho, me pareció lindo y ya-, cuenta Lina entre risas.

¡Claro! No faltó la oposición, la amiga que le dijo que qué iba a hacer con un mocho, que había más hombres por ahí, que "para qué se va a complicar la vida".

Pero el amor es terco. Y si es flechazo no mira muchos detalles, va derechito a clavarse en el corazón del otro.

-Yo también me enamoré, la vi tan grande que dije esta es pa'mí-, comenta Jairo.

Fue hace diez años. Y hoy estarían en Sabanalarga (Atlántico) si no fuera porque él quería algo más que ser tendero y con Lina decidió dejar el ardor y el pescado de la Costa.

Con ella embarazada de Sharai, la niña, agarraron para Medellín, un tío los apoyó y bastaron unos meses para que Jairo se hiciera famoso por vender los mejores aguacates del Centro.

El hombre que había recorrido calles arrastrando carretas con banano, que se había hastiado de subirse a los buses a vender confites y que había ensayado con las ventas hasta en otros países, se convirtió en algo así como el "magnate" del aguacate.

"Magnate" sin carro, sin casa y sin capital, el ventero estacionario que más conoce de la fruta en la capital antioqueña.

Hace varios años muchos lo ven parado en la esquina de la avenida Oriental con Colombia, a una cuadra de la iglesia de San José, con su arrume de aguacates.

Los vende de uno, dos, tres y hasta de cinco kilos. Los cambia por billetes de mil, de dos mil o hasta de diez mil pesos, "todo dependiendo de si hay o no cosecha", dice.

Pero con los árboles inundados o pelados, a él nunca le faltan, así sean de Bogotá, de Sonsón, de Pereira, de Armenia o del sur de Colombia, siempre los tiene a mano para satisfacer a los clientes, que lo buscan en la misma esquina de siempre.

-Al principio me la montó un agente de Espacio Público, me quitaba la carga, pero un día estaba el comandante y cuando me vio le dijo: ¿a usted no le da pena traer a este señor acá? y desde ese día me dejó trabajar-.

Hace unos años este hombre fue premiado como el comerciante del año. Jairo guarda el pergamino con orgullo, pues aunque no ha amasado dinero, sí es ejemplo de fortaleza.

Afirma que nunca se ha sentido inútil porque, "la discapacidad está es en la mente, soy mocho, no paralítico, me muevo por donde quiero, monto en caballo y más chiquito montaba en bicicleta".

Ya no puede por su peso. Tampoco tiene dinero y hace esfuerzos por ahorrar para una casa, pues hoy en día paga arriendo.

Las cosas iban bien para él hasta que lo cogió una apendicitis que luego resultó en peritonitis y Jairo se gastó el capital. Además, quedó endeudado por pagar las atenciones médicas. Apenas se está levantando.

Sería más duro si no tuviera a su lado a la grandota Lina y a sus pequeños Sharai y Jairo Emel, de 8 y 6 años, que lo abrazan, lo besan y se le encaraman. Esas penurias le dejaron sin plata, pero le sirvieron para saber que tenía una familia que lo amaba y se desvivía por él.

-Tranquilo mijo que así sea aguapanela nos la tomamos juntos-, le decía Lina.

Fue tan leal su entrega, que pasó 16 días enteros con sus noches junto a él en el hospital. Mejor prueba de amor no podía tener este hombre que, andando las calles, estuvo tentado a caer en el alcohol y la droga y hoy no se fuma ni un cigarrillo.

-Dios es el que me guía, mis hijos y mi esposa son mi fortaleza. No necesito más-.

Así es. Trabajando en las calles del Centro, no le faltó el alias, pero en vez de aguacatero, sus vecinos optaron por llamarlo "El Mocho".

A su salud Jairo, Jairote, el único "magnate" pobre de Medellín... pobre en dinero, aclaro, ¡porque corazón tiene de sobra!

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