Todas las mañanas, antes de las siete, Camila sale volada de su apartamento en el barrio Caicedo para llevar a su hija de 5 años a la guardería.
En medio del ‘carrerón’ se acicala y piensa en la ruta de bus en la que irá a trabajar: Calasanz, Robledo o Laureles. Antes de recorrer la ciudad en la ruta elegida, le pide permiso al conductor para vender dulces entre los pasajeros. Al atardecer, cuando ‘ha librado el día’, recoge a su hija quien la espera en la casa de la abuela materna.
Camila estudió hasta 9°. Después de un aborto espontáneo, abandonó la escuela para no poner en riesgo su segundo embarazo, con amenaza de preeclampsia.
A su único novio, el padre de su hija, lo conoció cuando él salió del Ejército. Decidieron vivir juntos; ella cambió su uniforme de colegiala por el delantal, mientras él vendía dulces. Pero el nacimiento prematuro de la bebé trastocó todo: tuvo que permanecer con ella durante varios meses en cuidados intensivos, y luego debió regresar al hospital por complicaciones respiratorias. El padre -adicto a la cocaína y a los juegos de máquinas- dejó de trabajar, se “perdía” días enteros. Una noche, la niña vio llorar a Camila tras una golpiza que él le propinó.
Cuando la joven madre se dedicó a trabajar, su hija empezó a sufrir pánico nocturno, llanto injustificado e inapetencia.
En la guardería le recomendaron a Camila ir a Jugar para sanar, de la Fundación de Atención a la Niñez (FAN).
Durante 2013, el centro de Jugar para Sanar atendió 115 casos: 75 de violencia intrafamiliar, 38 de sospecha de abuso sexual y 2 de dificultades de aprendizaje. Desde su creación en el año 2010 hasta hoy, ha atendido a 477 familias de estratos 1, 2 y 3 por maltrato infantil y abuso sexual.
Con más de 110 sedes en Medellín, FAN acoge los casos y los remite a la única sede de Jugar para sanar, en Calasanz.
Astrid Duque, psicóloga y pedagoga, experta en terapia del juego y el arte, explica: “Nos enfocamos en la crianza humanizada. Nos concentramos en rutas de atención terapéutica de niños en la primera infancia: trabajamos la protección, la resiliencia (capacidad de sobreponerse a períodos de dolor), los temores”.
El proyecto para el 2014 consiste en expandirse a toda el Área Metropolitana y municipios aledaños.
Camila, su hija y el padre, han finalizado un ciclo de terapia familiar. Ella anhela trabajar en estampación o en ventas formales para ahorrar, comprar una casa donde la niña tenga su propia alcoba y su propia cama (siempre han dormido juntas).
Jugar para sanar hace un esfuerzo máximo por el bien común con un mínimo de recursos económicos y humanos: el ‘juego’ de la FAN no sólo beneficia a familias, a individuos, sino a toda la sociedad.
Por circulación de EL COLOMBIANO, esta columna volverá el 8 de enero. ¡Feliz Navidad y próspero 2014!.
*Nombres cambiados