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Keratuma representa a su gente con dignidad

19 de noviembre de 2009
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Keratuma no aprendió a cazar, tampoco a pescar ni mucho menos a despescuezar gallinas cuando vivió en la selva. Pero lo que sí aprendió allá y desde sus cinco años lo tiene presente, es que aunque ahora viva en la ciudad, se siente orgullosa de su cultura y ama a su comunidad.

En compañía de su madre, llegó a la ciudad sin saber una sola palabra en español, huyendo de la violencia y de los actores armados que militaban en Urabá y que amenazaron a los indígenas embera katío y dejaron sin vida a su abuelo y a su tío.

Se acabaron los años en que los troncos de los árboles eran los flotadores del río, en que pasaba las tardes escuchando las historias de los abuelos, apreciando la naturaleza y esperando con ansias que pasara el tiempo para celebrar el día de la siembra y el mes de la cosecha.

En la ciudad, en cambio, deseaban que se detuviera el tiempo para que no llegara el mes del arriendo ni el día en que se vencían los servicios.

Durante dos años anduvo sin poder estudiar dado que las condiciones económicas de su madre no le alcanzaban para pagar la matrícula del colegio.

Pero cuando buscaron asesoría y se enteraron de sus derechos como indígenas, Keratuma tuvo la oportunidad de ingresar a una escuela de manera gratuita.

Gracias los "profesores blancos" en las aulas de clase y a las enseñanzas de su madre en la casa, empezó a decir sus primeras palabras en español, comenzó a entender y a comunicarse.

Al principio recibía comentarios irrespetuosos de parte de algunas personas que la veían en la calle. "De qué selva se escapó esta india", le gritaron alguna vez. "¡Vean a Pocahontas!", exclamaban sus compañeritos para molestarla. O incluso algunos, cuando la veían con su traje de colores vivos le preguntaban "Niña, ya pasó el día de disfraces".

Después de once años de vivir en Medellín, no faltan los comentarios imprudentes esporádicos pero le sobran los elogios de parte de sus compañeros frecuentemente.

Keratuma tiene 16 años, es la personera de su colegio y el próximo año comienza el primer semestre en la Facultad de Comunicación Social y Medios Audiovisuales de la Universidad de Antioquia.

Lidera proyectos para unir y fortalecer a los jóvenes indígenas que habitan en Medellín, ofrece charlas y conferencias sobre su comunidad a sus amigos y ha logrado interesar y cautivar a niños de otros colegios quienes la llaman para que hable sobre las tradiciones de su cultura.

Si Keratuma hubiera estado en la selva de Urabá hace unos años, su comunidad habría matado un marrano y se habría reunido en torno a ella a tomar chicha y a festejar su primer periodo menstrual.

El rito de transición, como le llama su comunidad al paso de "niña a mujer", consiste en aislarla desde 15 días hasta tres meses en un tambo acompañada de una mujer que le transmite el conocimiento sobre su cultura.

Aunque no vivió ese rito, ella sabe que su rol como mujer embera katío es ser transmisora de saberes.

Keratuma creció en Medellín. Y aquí y ahora es más conocida como Mileidy Orozco Domicó. Y aunque ya no le ora a Karagabí, el dios supremo de los embera katío sino a Jesucristo, ahora no toca tambores de cuero de vaca sino la batería y ya habla más inglés que su lengua nativa, sus familiares respetan sus gustos, sus nuevas creencias y se sienten orgullosos de ella porque aún es una gran embajadora de su cultura.

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