Supongamos a un visitante en Medellín el miércoles pasado, 30 de noviembre. Al llegar, alguien le contó que el gobierno municipal hacía dos semanas había renovado la prohibición de quema y uso de pólvora. En la radio, el visitante oyó campañas en ese sentido. Antes de la medianoche, el visitante debió levantarse entre ruido infernal que retumbó en todo el Valle de Aburrá. ¿Qué pasa? Ah, es la forma de celebrar la llegada de la Navidad. Lo llamamos "La alborada", le dirá alguien al otro día, después de una noche de insomnio. ¿Y luego, no estaba prohibida la pólvora? Se oyen aún las risas.
Anécdotas aparte, pocas veces se habrá visto -y sobre todo, oído- una desobediencia más atronadora -nunca mejor dicho- a una norma legal. Es un caso de laboratorio para sociólogos del Derecho: la inobservancia absoluta de una norma, frente a la compulsión por celebrar de la manera más ruidosa, estridente y derrochadora posible.
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