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LA BÚSQUEDA DE EQUILIBRIO

  • BEATRIZ DE MAJO | BEATRIZ DE MAJO
    BEATRIZ DE MAJO | BEATRIZ DE MAJO
21 de agosto de 2012
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Si algún elemento fue determinante en que los países de nuestro hemisferio no sufrieran un descalabro mayor cuando se desató la crisis económica del 2008 fue el dinamismo de la economía china y sus ingentes necesidades de materias primas y productos básicos para sustentar su propio crecimiento. A las naciones exportadoras de “commodities” en las Américas, la relación comercial con China les abrió una ventana de oportunidad que permitió sustentar su crecimiento al tiempo que dedicaban sus esfuerzos a otros derroteros como reducción de la pobreza, gobernabilidad democrática, reformas de los sistemas financieros, reducción de sus deudas y desarrollar mejores y más consistentes relaciones externas.

Hoy China es un factor esencial en el desempeño externo de países como Venezuela, Brasil, Chile, Perú, Argentina y Cuba. Las exportaciones al gigante asiático impidieron el colapso en algunos de los países en medio de las turbulencias de los mercados y de la caída global de la demanda.

La realidad es que China ha cambiado el espectro económico de este subcontinente y alterado sus relaciones externas. Esta sinergia, sin duda, ha sido beneficiosa en los dos sentidos, pero hoy, en la medida en que la economía china se desacelera se pone de bulto lo pernicioso de las dependencias que se han generado para aquellos que no han sabido diseñar políticas encaminadas a innovar, a diversificarse o a agregarles valor a sus cadenas productivas.

Y es que al mismo tiempo la región ha tenido que ponerle el pecho a la avalancha de productos baratos que inundaron sus mercados esterilizando muchos de los esfuerzos por dotar a los sectores de productividad. La desindustrialización ha sido la consecuencia y la proporción entre el comercio de manufacturas y de materias primas se ha alterado negativamente.

Brasil ha sido el único en percatarse rápidamente de los efectos de esta distorsión y promovió la firma de un acuerdo con los chinos para atacar estos desbalances. Venezuela, por el contrario, usa, sin preocupación alguna, su capacidad productiva petrolera para colocar en China crudos sin procesamiento mientras va adquiriendo crecientemente de los asiáticos todo aquello que las industrias, que van desapareciendo en medio de la recesión, no pueden poner en el mercado.

La circunstancia de falta de fuentes de financiamiento en los mercados externos ha sido otra grieta aprovechada por Beijing para destinar capitales de riesgo cuantiosos para el desarrollo de explotaciones en la región, siempre destinadas a atender su propia demanda de bienes primarios: energía, minerales y alimentos. No hay sino que observar la participación que hoy tienen sus empresas en la expansión de las reservas energéticas de la región a través de Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador.

Esta es la naturaleza de la relación transcontinental de hoy, con tonalidades de gris que varían de un país a otro.

El corolario es que es indispensable que la región en su conjunto trabaje para desarrollar con los chinos una relación económica coordinada dentro de la cual cada país pueda insertar sus intereses particulares bilaterales. Lo contrario es promover una nueva forma de colonización con características particulares del siglo XXI.

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