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La Casa Blanda madrugó a mudarse

LA propuesta del MDE11 dejó Plaza Botero y se fue a Moravia, en un viaje de una hora, a punta de rueditas. Arte que se vuelve cercano.

  • La Casa Blanda madrugó a mudarse | Julio César Herrera | La Casa Blanda se terminó de construir el jueves, en Plaza Botero. El recorrido hacia Moravia, como tal, inició antes de las seis y se demoró un poco más de una hora, sin muchas complicaciones. Arte que se lleva a la gente, dijeron sus realizadores.
    La Casa Blanda madrugó a mudarse | Julio César Herrera | La Casa Blanda se terminó de construir el jueves, en Plaza Botero. El recorrido hacia Moravia, como tal, inició antes de las seis y se demoró un poco más de una hora, sin muchas complicaciones. Arte que se lleva a la gente, dijeron sus realizadores.
04 de septiembre de 2011
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Aunque no hubo gallo para que avisara que eran las cinco de la mañana y todavía parecía de noche, La Casa Blanda estuvo lista para irse de ese sitio donde se construyó en principio.

El proyecto del MDE11, propuesto por los grupos estadounidenses Provisions Libraryy Floating Lab como una nueva lectura a la Casa Blanca, se fue del frente del Museo de Antioquia.

Los 20, un poquito más con los artistas que la iban a empujar, llegaron a despertar las esculturas de Botero y aún con los ojos chiquitos tuvieron fuerzas para quitar tornillos y separar la estructura, de un área de 63 metros cuadrados. Porque La Casa Blanda llegó a Moravia partida en tres.

Y como si fuera cosa de todos los días dijeron adiós sin mucho problema. Unos cuantos movimientos para esquivar los bolardos, una levantadita a la estructura del medio, que es la más grande, y sus llantas se fueron sonando pasito por todo Carabobo.

Los primeros que arrancaron fueron los del Tránsito. "Somos siete agentes -señaló Jaime David- y vamos cerrando escalonadamente, con dos cuadras de anticipación. No es difícil, porque la vía está muy buena".

Al parecer la casa conocía el camino y rodó sin problema, casi que saludando a los madrugadores de domingo que abrieron la boca, cumpliendo quizá las palabras de Édgar Endress, el chileno que es director de artes comunitarias de Floating Lab: "La gente se encuentra con ella y se generan preguntas".

Y habría que decir que hasta gritos, porque hubo quien les dijo que si seguían por allá no pasaban "ni a palo" y un "oiga mami, a usted no se le muere un hijo de hambre".

Todo iba muy bien, según las palabras del vigilante, las de "aaa, eso se fue solo", hasta cuando apareció el árbol de ramas caídas que dijo que no, pese a que se consiguieron un palo, que no les alcanzó.

Primera reversa y primera llanta que no aguantó (al final fueron dos). Menos mal que fue la de la mitad, porque todavía faltaba más emoción: por la calzada del Metroplús el semáforo no dio para tanto que hasta quedó volteado. Cuestión de arte, seguramente.

Los visitantes
La cosa iba así: la primera parte y la última, adelante, por ser más pequeñas. La de la mitad, que es la que tiene las puertas de entrada, atrás, después de hacer las pruebas contra árboles, semáforos y carros al lado de las vías.

Y fue en la última, precisamente, en donde se sumaron los ayudantes. "Edwin Fabián. Yo llevo en la calle 20 años". Aunque de alcalde de la Casa Blanda, autoproclamado y con discurso abordo, no duró más de 15 minutos. "Ya no soy el alcalde, ya estoy bultiando, aunque la esperanza no se pierde", expresó mientras quitó al señor de la esquina, porque "sino no me dan desayuno". Y aunque esporádico, hasta el centro cultural llegó. "Ey, gringuis, hello, hi".

Entre todos, sí se puede
Edwin Fabián fue el que más los hizo reír. Es que la empujada no fue gratis. La madrugada era para pasarla bien. "Yo esto no me lo iba a perder -contó Luz Mary Marulanda-. Es mi día de descanso y debería estar durmiendo, pero aquí voy, levantada desde las cuatro y con una corrida acuestas, porque bajar a esa hora desde San Cristóbal, en bus, no es tan sencillo como parece.

Lo mismo le pasó a Danerlly Hincapié. "Mi papá me bajo en volqueta y llegué a las 4:30, pero me he reído mucho. Valió la pena". Reído es poquito. Ella casi que estrepitosamente se rió por todos.

En lo que coincidieron es que arrastrar la casa no fue difícil. Las llantas hicieron el trabajo y las ramas, que se quedaron en el techo y engarzadas en las esquinas, lo que pusieron fue retos. "¿Vos te imaginás esto en semana?", le preguntó Sergio Echeverry a Rosiris Arcia, apunto de cantar victoria, sólo eran tres cuadras más, y cuando empujaban como expertos. Ya frenaban suave, sin la advertencia del principio, de "cuidado que nos chocamos".

Sin embargo, la facilidad del viaje no fue tanta en Moravia. Tremendo lío el de entrar la casa al sitio elegido en el centro cultural. Hasta hubo que cargar un Renault cuatro que no prendía, a ver si por esa callecita podían pasarla completa.

Bien lo dijo Édgar: "El arte puede romper ciertos límites. Más difícil fue pensarlo que hacerlo. Todo es parte del juego. Colocar una Casa Blanda ya es una insinuación. Traerla hasta acá, es una acto casi poético. Una hermosa unión, para lograr algo que parecía tan imposible. Es luchar contra lo establecido".

Porque partida en tres, La Casa Blanda llegó a Moravia. Allá donde están esas mujeres que ayudaron a tejer sus telas y que son parte de esa construcción colectiva, de ese arte de pensar y de creer, que es posible ir más allá de unas paredes que están, a simple vista, blanquísimas y ondeantes.

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