Nos recuerda la revista The Economist en un oportuno artículo que, cuando Otto von Bismark introdujo en 1889 las pensiones de jubilación para aquellos alemanes con más de 70 años, la expectativa de vida de ellos tan sólo figuraba en 45 años de vida. Cuando en 1908 se aprobó en Gran Bretaña una pensión de jubilación de cinco chelines para los pobres, muy pocos de ellos sobrevivían los 50. En 1935 se decretó en los Estados Unidos una pensión oficial de jubilación para los mayores de 65, y en ese año, el promedio de vida de un estadounidense figuraba en 62 años.
Conclusión evidente: Las pensiones de jubilación pagadas por los gobiernos se crearon para unas pocas personas cuya edad ya se acercaba al final de sus vidas. Ahora mismo, las pensiones son para todos y durante toda la vida, la de sus cónyuges o de las jovencitas que esposan antes de morir para que hereden sus pensiones, como sucede hoy en Colombia.
El costo de esto resulta insoportable hoy tanto para las generaciones actuales como para las futuras. Cuando un estadounidense se retira a los 66 años y un colombiano a los 65 años, todavía pueden vivir durante más de 12 años en promedio. El costo de las pensiones aludidas en la Unión Europea se calcula hoy en el 7 por ciento del producto interno bruto. Se pronostica que en el 2015 se les duplicarán.
Esto va a cambiar muy pronto. Porque, como es sabido, existe un envejecimiento de la población y una disminución de la natalidad en los países ricos. El promedio de vida se está incrementando en tres años cada diez en los países ricos y en dos en los pobres. Y porque estas tendencias amenazan con llevar a la quiebra a los países bobalicones como Colombia. En 1950 uno de cada siete europeos figuraba entre los 20 y los 64 años de edad. Hoy cuentan con uno de cada cuatro y en 2050 tan sólo contarán con dos jóvenes por cada viejo.
Se ha propuesto y probado compensar este desequilibrio con inmigrantes. Pero la experiencia reciente de éstos en Europa, la dificultad de los islamitas para integrarse a la cultura occidental, les ha creado grandes resistencias políticas. Paradójicamente, los inmigrantes latinoamericanos resultan ser los más adecuados para ajustarse a las nuevas circunstancias.
Ante estas realidades, compañías como Hitachi han optado por reenganchar a los que se jubilan en otras posiciones con menores exigencias, con jornadas más cortas y con menor sueldo, desde luego. Curiosamente, empresas como Wal-Mart, McDonald´s... comienzan a preferir a los retirados en algunos trabajos, porque resultan ser ellos más amables con la clientela y más honestos con las empresas.
Las encuestas que se han adelantado entre las personas a punto de jubilarse demuestran que casi todos ellos están dispuestos a continuar laborando en condiciones diferentes para aumentar el monto de sus pensiones, siempre y cuando gocen de buena salud.