Triplicar la exportación de manufacturas en esta década es un objetivo ambicioso, pero alcanzable, si el país se lo propone. Lograrlo impulsaría la transformación estructural de la economía, con efectos positivos sobre el crecimiento y el empleo. Comienzo por enfatizar la diferencia entre el crecimiento cuantitativo, que resulta de producir mayores cantidades de las mismas cosas, y el crecimiento cualitativo, que resulta de producir nuevos bienes y servicios de creciente complejidad tecnológica. El primero es un cambio de grado; el segundo, un cambio de naturaleza. Ese es el que se requiere para alcanzar el ritmo de crecimiento auto-sostenido que conduce a superar el subdesarrollo.
Convertir en realidad la aspiración mencionada requiere, además de la existencia de condiciones favorables, la adopción de un conjunto de medidas complementarias. Disponer de un marco de gobernabilidad, buen manejo macroeconómico y una inserción adecuada en la economía internacional, es una condición necesaria, aunque no suficiente, para lograr un ritmo de crecimiento sostenido.
Contar con una tasa de cambio competitiva es un requisito indispensable, lo cual lleva implícito un esfuerzo deliberado por evitar la excesiva sobrevaluación. Si bien el actual entorno internacional dificulta obtener una moderada devaluación del peso, hay maneras de impulsar las exportaciones no-tradicionales, logrando el equivalente de una devaluación interna; es decir, reduciendo en forma deliberada los costos de producción del sector exportador intensivo en el uso de mano de obra. Una parte esencial de ese esfuerzo consiste en eliminar los vestigios del sesgo anti-exportador que aún subsisten, tales como las distorsiones arancelarias, los reflejos proteccionistas y el obstruccionismo burocrático.
En lo que concierne al clima general de negocios, es deseable una relación constructiva de confianza mutua entre el gobierno y el sector empresarial, por medio de la cual se valoren la innovación, la iniciativa privada y la adopción de las mejores prácticas gerenciales. En términos generales, puede afirmarse que, en mayor o menor grado, las condiciones mencionadas están presentes en Colombia.
Las siguientes medidas complementarias contribuirían a imprimirle el dinamismo requerido a la exportación de manufacturas.
- Otorgar beneficios tributarios generosos a la creación de nuevos empleos en el sector exportador, entre los cuales estaría transferirle al fisco el costo de todos los recargos no salariales a la nómina.
- Promover en forma selectiva, empresa por empresa, la inversión extranjera dirigida a la exportación de manufacturas.
- Privilegiar la inversión pública en obras de infraestructura que faciliten el establecimiento de zonas industriales especiales para nuevas empresas exportadoras.
- Absorber una parte significativa de los costos de investigación, entrenamiento de personal técnico y operación logística de las nuevas empresas exportadoras.
- Hacer una monitoría detallada del desenvolvimiento de las exportaciones de manufacturas para identificar y apoyar aquellos sectores que demuestren un mayor potencial de crecimiento. Ésta podría ser una labor conjunta de la ANDI, Analdex y Proexport.
Lo anterior no conlleva subestimar el impacto sobre el empleo no calificado de la construcción de vivienda y las obras civiles, sectores no-transables de la economía. Tampoco soslaya las posibilidades de exportar y de generar empleo de la hortifruticultura. Pero la exportación diversificada de manufacturas es la que determina la transformación estructural de la economía.
Me abstengo de adscribirle la metáfora en boga a la exportación de manufacturas para evitar la congestión ferroviaria en el debate acerca de políticas públicas. Basta con reiterar que la creación masiva de empleo formal debe convertirse en el eje central de la estrategia de desarrollo.
Vincular ese objetivo a la exportación de manufacturas tiene el feliz resultado de facilitar la transformación estructural de la economía y mejorar el nivel de equidad social.
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