Hoy presenta Jesús en una parábola (Lucas 18, 9-14) dos actitudes contrapuestas. La arrogante del "fariseo" (término proveniente del hebreo que significa segregado, incontaminado) y la humilde del "publicano", así llamado por ser recaudador público del tributo al imperio romano.
"Te doy gracias porque no soy como los demás". Esta pretendida acción de gracias del fariseo es falsa, porque se atribuye a sí mismo todo el mérito de su conducta. Su arrogancia implica el desprecio de "los demás", que son los "pecadores", y entre ellos los publicanos, que además de colaborar con el dominio extranjero solían sacar su tajada. El publicano, en cambio, quedándose atrás, postrado, realiza un acto de contrición ejemplar para todos los tiempos: "¡Oh Dios…, ten compasión de este pecador".
La conclusión de la parábola es contundente: no son quienes exhiben orgullosamente sus méritos, sino quienes reconocen humildemente su necesidad de salvación, quienes resultan justificados ante Dios. Es la misma idea del libro Eclesiástico (35, 15b-17.20-22a) -también llamado Sirácida por ser su autor Yoshua Ben Sirac-, y escrito 190 años a. C.: "la oración del humilde atraviesa las nubes"; y del Salmo 33: "El Señor levanta a las almas abatidas".
María, en su canto llamado Magníficat (Lucas 1, 52), alaba a Dios porque derriba de sus tronos a los poderosos y enaltece a los humildes. Es lo mismo que dice Jesús: "todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". Y el apóstol Pablo, que había sido fariseo antes de su conversión, le expresa a Timoteo (2 Tm. 4, 6-8.16-18) su satisfacción por el deber cumplido y la esperanza en el premio que Dios le concederá. Pero no con la jactancia del soberbio, sino con la humildad de quien reconoce que ha realizado las tareas encomendadas no por sus propias fuerzas, sino gracias a la misericordia y al poder de Dios: el Señor me ayudó y me dio fuerzas; me libró, seguirá librándome de todo mal y me salvará.
Albert Einstein, uno de los más grandes científicos del siglo XX, escribió esta frase memorable que expresa en qué consiste la verdadera grandeza del ser humano: "El hombre sólo es grande cuando está de rodillas ante Dios"
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