Al templo de los Hermanos Carmelitas Descalzos, en Manrique, le pasa como al niño pobre, que de pronto estrenó camisa pero le tocó ponérsela con un pantalón viejo.
El recinto religioso vive igual contraste: acaba de estrenar una restauración de su convento, la casa donde habitan los Hermanos Carmelitas, una intervención arquitectónica que tardó varios meses y la inversión de una importante suma de dinero (no se reveló cuánta) y que incluyó mejoras a sus puertas, ventanales, muros, techos y torres, entre otras. Pero el templo no se tocó porque no hubo recursos y hoy, en las fachadas, se ve el contraste.
Ambas edificaciones son contiguas y ocupan toda la manzana de las carreras 67 y 68 y calles 47 y 48, declarada patrimonio cultural, artístico y religioso de Medellín en 1999.
El convento es un edificio sobrio, de estilo republicano, mientras el templo es de estilo gótico, lleno de detalles, adornos y elementos arquitectónicos que despiertan admiración y le dan un aire de majestuosidad.
Pero esa majestuosidad se ve amenazada por un deterioro paulatino de sus estructuras -techos, muros y el atrio- que lentamente está haciendo mella y si se deja coger ventaja puede llevar al traste a esta exquisita iglesia de casi 80 años.
"Los Hermanos Carmelitas hicieron la intervención en el convento, una restauración que lo dejó como fue el edificio originalmente, y su intención fue trasladarse de la sede de los Carmelitas ubicada en El Poblado, para acá", precisó el padre Carlos Alberto Ospina, párroco de este templo, conocido como el de El Señor de las Misericordias o la Iglesia de la Virgen del Carmen.
La ceremonia de inauguración de estas reformas se cumplió el pasado 31 de enero, con la presencia del arzobispo de Medellín, monseñor Alberto Giraldo Jaramillo, y del padre Milton Moulton, provincial de los Carmelitas en Colombia.
Se hizo con toda la pompa del caso, dada la importancia del recinto, pero se notó que algo faltaba.
Restaurar el templo
"El contraste es evidente. Y necesitamos que las entidades de la ciudad encargadas de cuidar y velar por el patrimonio arquitectónico nos ayuden a hacer la restauración, porque es urgente", añadió el religioso Ospina.
Basta mirar en detalle para darse cuenta de que tiene la razón: al interior del templo hacen mella las humedades, que ya tocan las paredes y varios frescos y pinturas. Se observan fisuras y muros manchados.
Afuera lo que se ve no es mejor: hay envejecimiento de la torre, una de las más bellas de Medellín, y la lama y el moho corroen el edificio. El desgaste es tal, que hasta ha nacido musgo y en una esquina de la torre creció un árbol. Eso lo dice todo.