Señores y señoras, niños y niñas, ¡bienvenidos a una historia sobre el circo! Sosténganse bien en su tabla, la carpa está en perfecto estado y el show comenzará en las próximas líneas.
Primera escena: recuerdos
Peter Pan voló, literalmente, sobre el hielo. Lorena Acevedo lo seguía con los ojos, emocionada. Tan emocionada que guardó la boleta por ahí unos cinco años, "porque las letras eran con escarcha". Desde entonces ya habrán pasado unos 20 años.
El circo es ese lugar de fantasía. Están las luces, los trapecios, las lentejuelas, los actos de magia, el señor que da vueltas en una moto dentro de un globo y también el trapecista. "El circo, sin payasos, no es", afirma Mario de Jesús Salazar Moreno, presidente de la Corporación Circo Vivo, que reúne tres carpas de la ciudad.
Y a las personas les gusta ir. En una encuesta realizada por EL COLOMBIANO, de 424 entrevistas, el 69.1 por ciento contestó afirmativamente. Aunque, reconocen, en un 58.3 por ciento, que ahora son mejores, añadiendo que los espectáculos son más trabajados y más difíciles, así como hay más atracciones y diversión.
El espectáculo ha cambiado. Antes la mayoría eran con animales y ahora "se puede hablar de un circo moderno, muy teatralizado", comenta Carlos Álvarez, director de la Fundación Circo Medellín. Los actos humanos son los protagonistas.
Sobre el teatro, implica incluir un hilo conductor, tomar elementos para los actos y tener escenas de baile, actuación. Aunque, señala Mario, "el teatro se está metiendo en el circo. Ya hay obras hasta con trapecio incluido".
Cuando se habla de la esencia, tiene que ver con el riesgo. Las artes circenses desafían lo que no se puede hacer, trabajan la fuerza, la acrobacia y muestran las posibilidades que tiene el cuerpo y que, alguien del común, no podría hacer: la contorsionista es capaz de tocarse con el dedo gordo del pie, la punta de la nariz.
Segunda escena: lo social
En el Circo Momo los pequeños tienen una cita diaria. Y ellos no faltan, porque allá les enseñan, en una analogía con los riesgos en escena, que "hay que correrlos en la vida con seguridad", explica Marcela Trujillo, la directora.
Es una escuela social, que busca transformar realidades adversas, de niños que lo requieren. No necesariamente en situación de calle. "La historia comienza hace seis años, con el auge de los niños malabaristas". Y su idea fue utilizar las artes circenses para transformar la vida de las personas. "El arte es el medio a través del cual podemos fortalecer, llenar de valores, decirles que sí hay oportunidades para ellos".
Lo que buscan es que alcancen los sueños. No importa que quieran ser artistas, médicos o profesores.
En ese sentido, expresa Carlos, los circos han evolucionado también. Se han convertido en una oportunidad para los jóvenes. No sólo desarrollan su talento y aprenden, sino que algunos, en la medida de lo posible, les ayudan a estudiar. "Éstos se han vuelto muy fuertes en el tercer mundo, sobre todo".
Y ese es, además, uno de los motivos por los que, dice el director de la Fundación Circo Medellín, muchos ya no viajan tanto. "Queremos hacer escuela". Se suman motivos de dinero y de terrenos. Ya hay más lugares poblados y en los barrios, agrega Carlos, muchas canchas ocupan el lugar donde antes se hacían las carpas.
Un circo social es de esos que piensa, cuenta la directora de Momo, que las artes por sí solas no tienen mucho sentido. "Se pueden convertir en una herramienta".
Tercera escena: el riesgo
Yilda Valencia es una artista circense desde hace seis años. Fundó Fantasía, junto con su esposo. Ahora recorren los pueblos, aunque el invierno los tiene detenidos.
"Ellos son como decidan serlo - piensa ella. Lo importante son los artistas".
Debates sobre estos lugares hay muchos. Uno es el de la carpa. Algunos dicen que es fundamental, que son sinónimos. Otros indican que no importa, es el arte como tal, lo que lo define.
"Es una concepción muy personal -asegura Marcela -, para hablar de circo uno no tiene que hacerlo de carpa. Nosotros no tenemos y cuando hacemos la función utilizamos un teatro. Tiene que ver con la ejecución".
Depende de qué tan tradicional se sea. Igual pasa con los animales. En la encuesta, la diferencia en porcentajes no es mucha: le gusta más sin animales al 49.8 por ciento, contra el 43.4 que los prefieren presentes. Eso pasa por la conciencia ambiental, pero también porque algunos creen que es la única manera de conocer un león blanco.
El máximo ejemplo actual en circos es el del Sol, que es casi nombre inevitable cuando se habla de éstos. Carlos analiza que revolucionaron y volvieron a darles vida. A hacer que la gente quisiera volver a creer, aún en los pequeños.
Final
Los circos mantienen la ilusión en la gente. Esa carta se desapareció de la mano, en efecto. Y aunque el recuerdo de Santiago Hoyos sea que "un man casi pega pelos en la cuerda floja", guardan la magia de que todo puede ser posible, bajo esa carpa, o sin ella. Lo dijo la escritora cubana Dora Alonso: "Nadie puede ser tan pobre, tan pobre, que no tenga en sus recuerdos haber asistido al circo".
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