Al recibir el diploma que le mostró que el camino de la reintegración es más importante que el que dejó en el monte, Jorge Valencia Gallego entendió que la guerra no vale nada. Y sintió ganas de llorar, pero la emoción que le apretujó el corazón por dos horas le impidió que se le salieran las lágrimas.
Sus pensamientos divagaron entre las familias y los otros 131 desmovilizados que ayer recibieron el certificado de reinserción y que, como él, se dieron una nueva oportunidad lejos de las armas.
Jorge llenó ese momento con recuerdos de su esposa y sus dos hijas de tres y seis años. Agradeció a Dios por la oportunidad que empezó en el 2005, cuando después de su desmovilización de las Auc, y en silla de ruedas, comenzó el camino de la superación.
-Aprendí a hacer esculturas en mármol- dice Jorge, y la destreza de sus manos fue la esperanza de vida que le quitó una mina antipersonal, cuando de fusil al hombro cayó en un campo minado.
Ese día, con sus piernas destrozadas y negras por la pólvora que le ardía en la herida, y envuelto en la nube de humo negro, sintió que la vida se le escurría en cada gota de sangre. Quiso mantenerse despierto, pero el dolor lo venció y en la clínica, cuatro horas después, "rogué a Dios por una oportunidad que se cristalizó ayer. Tengo mi taller y la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) y Esumer me han apoyado con maquinarias para tener mi proyecto productivo".
Junto a Jorge va su esposa. Aquella que conoció cuando convaleciente le llevaba café a la vivienda donde vivía. Primero fue su novia y después "como Dios manda fue mi esposa. Soy feliz y sé que Dios tiene algo bueno para mí".
Otras 132 nuevas vidas
En los salones tres y cuatro de Plaza Mayor los 132 desmovilizados y reintegrados a la vida recibieron una flor. Fue un acto de aceptación para decirles bienvenidos nuevamente.
Un aplauso aturdió a los asistentes entre los que se encontraban madres, esposas, hijos, familiares. Y en el camino estaba Reinel*.
Lejos del Bloque Central Bolívar, donde según él estuvo obligado, aprendió la carpintería, y hoy es instructor en una institución educativa.
Pero Reinel no está solo. Su compañera hace parte de los 30.000 desmovilizados que se han acogido al proceso de reintegración en el país. Ella hizo parte de las Farc, pero la diferencia de ideologías y pensamientos no fue impedimento para que entre ellos creciera el amor.
Ahora caminan juntos el mismo camino -y tenemos la misma meta- dice Reinel, por eso quiere olvidar esos días en los que perdió su identidad cuando sus compañeros de armas lo llamaban "Julio".
"Sentí que no era yo porque en el pueblo me conocían de otra forma, la gente sabía cómo era yo y que de un momento a otro te dijeran de otra forma es como si uno no fuera uno", asegura.
Pero ahora siente que él si es él, y más cuando habla con los clientes a los que les elabora sillas y otro tipo de artículos que produce en su taller de ebanistería. Junto a su compañera se siente orgulloso porque cree que es un ejemplo y testimonio de vida para las nuevas generaciones, como lo afirma Juan Fernando Vélez, responsable de la ACR en Antioquia.
"Estos colombianos, quienes recibieron durante varios años atención sicosocial, formación académica y para el trabajo, y apoyo a la generación de ingresos en la legalidad, son hoy testimonio de convivencia pacífica para la ciudad y el país".
La ruta de la reintegración
Al programa de reintegración pueden acceder personas que no hayan cometido delitos de lesa humanidad dentro del grupo armado ilegal y que se acogieron al proceso de reintegración en la ACR.
Este proceso tarda aproximadamente entre seis y siete años. Allí personas como Reinel, Jorge y los otros 130 desmovilizados que alcanzaron sus grados ayer reciben atención sicosocial, educación y formación para el trabajo, y la posibilidad de emprender un negocio propio.
Con beneficios jurídicos como el de mantener su libertad, cada uno de los desmovilizados se compromete con la sociedad, y más allá "a prestar un servicio social que beneficie a las comunidades que los acogen y a contribuir con la Verdad y Memoria Histórica del conflicto armado colombiano", explica David Vargas Castaño, profesional reintegrador de la ACR.
En el país, son cerca de 30.000 personas que abandonaron las filas paramilitares y guerrilleras y que se han acogido a lo que el Gobierno Nacional ha calificado varias veces como "una segunda oportunidad para la vida".
En Antioquia hay 7.200 personas activas en el Proceso de Reintegración y la meta para el final de 2012 es que 1.000 personas culminen sus procesos como ya sucedió en Popayán, Bogotá y Bucaramanga.
Gisela de Andreis, directora programática de reintegración de la ACR, comenta que el paso que se sigue luego de que se entrega el certificado de reintegración, es un monitoreo por tres años para acompañar a los que hicieron parte del proceso.
Para Alejandro Eder, director general de la ACR, la culminación de la Ruta de Reintegración es una muestra de que la política de Reintegración Social y Económica del Gobierno Nacional es efectiva y exitosa y es un elemento que contribuye a la consecución de la paz en el país.
Asegura Eder que "las culminaciones exitosas del Proceso de reintegración son la mejor demostración de que en la ACR estamos cumpliendo con nuestra visión y misión de construir paz y de asegurar que la población desmovilizada retorne de manera sostenible a la legalidad".
Sin embargo, hay un frente que tienen que atacar. Es la estigmatización que pesa sobre los desmovilizados al momento de buscar un empleo digno.
Casi no consigo trabajo
Marlon* dejó la guerrilla a los 21 años. De su pasado recuerda las noches silenciosas y oscuras en las que las sombras se convertían en su enemigo.
Anduvo las montañas del nudo del Paramillo bajo las órdenes de alias "Manteco", en el frente 5 de las Farc. Pero su pasado guerrillero también pesa al momento de buscar empleo "porque no se cómo los empresarios se dan cuenta que fui guerrillero y me niegan el trabajo. Desconocen que dejé las armas para siempre y que ahora quiero ganarme la vida honradamente".
Muchas puertas se le han cerrado, pero aún mantiene la esperanza de conseguir un trabajo que le dé su sustento y el de su familia, "porque por encima de Dios no hay nadie y el me dio una oportunidad una vez y volverá a dármela".
De Andreis explica que la mentalidad de los empresarios colombianos ha cambiado para ofrecer oportunidades de empleo a los desmovilizados, "sin embargo estamos trabajando para que esto no vuelva a suceder".
Marlon, Reinel, Jorge y los otros reinsertados que ayer recibieron su certificado aseguran que ahora son hombres de paz. Que en el pasado quedaron enterradas las balas y los horrores de la guerra.
"Cada día doy lo mejor y sé que el ser humano sí se puede recuperar. El ser humano está hecho para ser feliz y para ayudar al otro" asevera Jorge, para quien la guerra es cosa del pasado, porque la paz es hoy su presente y su futuro.
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