El sueño de regalarle un Play Station y un balón de traído de Niño Dios a su hijo Kevin Andrés, mantiene a Nancy Madrigal aferrada a las columnas de una de las casas que quedó en pie, luego de la avalancha que sepultó su casa y, con ella, a toda su familia.
Su mirada desalentada y anegada por las lágrimas, no se pierde ni un solo movimiento de los rescatistas y voluntarios que con sus manos quitan pedazos de concreto tratando de arrancarle a las toneladas de tierra, la vida de los seres que se tragó en pocos minutos.
Nancy recuerda que su hijo de 10 años sueña con ser futbolista, y ese sueño se lo encomendó al Niño Dios en esta Navidad.
"Llegó de un partido y me dijo que su equipo había ganado y que él había hecho cinco goles. Estaba feliz porque le dijeron que se lo querían llevar a jugar a otra categoría", dice.
Las oraciones de Nancy las dirige a los cielos mientras no despega su mirada de la montaña. Dice que este año no tendrá Navidad, y menos si su Kevin no está para recibir los regalos el 24 de diciembre.
"Que triste este diciembre. No sabremos que hacer si ellos no están con nosotros", cuenta la mujer mientras enjuga sus lágrimas.
Su Navidad era muy alegre
A una cuadra de la casa de Nancy, justo en la caseta donde cada ocho días se sentaban a jugar dominó, a contarse sus cosas o a tomarse los "traguitos", varios habitantes de Calle Vieja se reunieron a conversar sobre lo que harían en este diciembre para adornar la cuadra.
Mario Zuleta dice que cinco minutos antes de salir en su moto, los vio recoger de a 15.000 pesos para comprar los adornos de Navidad.
"Pero no les alcanzó el tiempo para ver sus deseos realidad, porque ahí sentados, planeando que hacer, los envolvió la avalancha".
Mario recuerda que en la cuadra siempre han sido alegres y muy unidos, "tanto que algunas veces prendían el equipo el viernes y no lo apagaban hasta el domingo por la noche".
Pero el luto en Calle Vieja no solo ha empañado las celebraciones decembrinas sino también los recuerdos navideños, como afirma José del Carmen Merchan.
"El año pasado matamos un novillo para toda la cuadra. Además, hacemos la novena para todos los niños y tratamos de que cada uno se lleve los regalos para su casa. Este año, la tragedia nos robó la alegría de Navidad", explica José.
Feliz año pa´todo el mundo
A Jorge siempre le ha gustado el Año Nuevo. Dice que es la oportunidad para abrazar a la "nena que me mueve el piso, que tanto me gusta".
Pero vea como son las cosas hermano- dice- este año no podré abrazarla, está quien sabe cuántos metros bajo tierra.
Juan Carlos Úsuga, amigo de Jorge también le gustaba el último día del año.
"El 31 de diciembre no faltaba la maicena. Faltando cinco pa´las 12 salíamos a recorrer todo el barrio y llegábamos incluso hasta Zamora a dar el feliz año a todos los parceros. Esta vez no habrá feliz año, porque no ha sido un año feliz".
Recuerda Juancho, como es conocido en el barrio, que la solidaridad era lo mejor en año nuevo, "porque nos reuníamos todos a rumbear. Allá no discriminábamos a nadie. Hacíamos sancocho e incluso comíamos del mismo plato".
Pero Juancho afirma que esta Navidad será diferente porque "ya no nos unirá la felicidad sino la tragedia".
Ayer hicieron una cadeneta, pero no de colores como en otros diciembres, sino de manos, para sacar en baldes la tierra que se les vino encima. La solidaridad volvió a Calle Vieja, pero no para celebrar sino para desenterrar a aquellos con quienes han compartido tantas navidades.
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