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LA TRANSICIÓN FALLIDA

  • SANTIAGO SILVA JARAMILLO | SANTIAGO SILVA JARAMILLO
    SANTIAGO SILVA JARAMILLO | SANTIAGO SILVA JARAMILLO
25 de abril de 2012
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Por culpa de su actividad política y su "inquietud" mediática, el expresidente Álvaro Uribe fue incapaz de hacer la transición merecida y que tanto necesitaba este país, y lo convertiría a él en un símbolo nacional.

Decía Winston Churchill : "el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones".

Bien lo sabía él, que perdió las elecciones justo después de ganar la II Guerra Mundial, una derrota que lo llevó a convertirse no en un amargado y nostálgico del poder, sino en el abanderado de la resistencia de Occidente al Comunismo, además del símbolo de unidad británica como vencedor de Hitler.

Churchill tomó la decisión más sabia: cambió sus propias ambiciones políticas por el bienestar de su nación y de la civilización occidental. El británico era muy proclive a esas acciones grandilocuentes, pero estas fueron la mejor muestra de que era un estadista, un hombre que partió la historia de su nación y no un simple político de turno. El Primer Ministro estaba obsesionado con el ojo de la historia y por eso se comportó siempre pensando en las consecuencias que tendrían sus acciones en el futuro de su país y de su propio legado.

En 2010, Uribe dejó de ser el presidente de Colombia. Su periodo de ocho años concluyó y el país nunca sería el mismo. Sus seguidores le agradecen las mejoras en seguridad y la estabilidad y crecimiento económico. Sus críticos le reclaman los escándalos de corrupción y su agresivo discurso político.

Pero algo innegable y que supera la controversia del día a día del agitado panorama político colombiano, es que Uribe Vélez les devolvió la esperanza a unos ciudadanos que veían cómo su país se caía a pedazos entre apuros económicos y ofensivas guerrilleras.

Sin embargo, estos grandes aportes necesitaban de un último sacrificio, la renuncia a las mezquindades propias de la política diaria, a las aspiraciones del poder perdido, y el compromiso por asumir el rol de un símbolo de responsabilidad y esperanza para la nación, de unidad y sacrificio personal por el futuro de la colectividad, no de las aspiraciones políticas de un individuo o un grupo específico.

Churchill aceptó su derrota política en 1945 con una grandeza que consolidaría y consagraría su obra. Uribe, al bajar al redil político luego de dejar el primer cargo de elección popular del país, ha saboteado sus posibilidades de un similar legado.

Lo más importante es que aun podría realizar esa transición, si tan solo alguien pudiera convencerlo.

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