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LAS ALMAS PERDIDAS

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30 de julio de 2013
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Deben de estar de cama, sumidos en el dolor y la frustración, los gobiernistas recalcitrantes que al darle un cheque en blanco a Santos miran hoy estupefactos la mala calificación que 200 empresarios le asignan a su opaca gestión.

Un cicatero 3.3 sobre cinco es la nota con que evalúan estos tres años de administración santista. Es decir, en términos coloquiales, pasó raspando el año lectivo.

La mayoría de los empresarios encuestados –gobiernistas por principios institucionales– desvalorizan su mandato, más de promesas que de ejecuciones concretas. Habla y habla para sembrar expectativas sin llevarlas a acuerdos. Tiene a la industria nacional desacelerada. No levanta cabeza como lo exigen las responsabilidades y retos asumidos con los TLC, para que en esos escenarios actuemos más como exportadores antes que como importadores de toda clase de bienes, incluidos los suntuarios. Solo, ante tal decadencia, Santos responde con frases de cajón: "Debemos tener un ministerio más de Comercio que de Industria". De buenas intenciones está empedrado el infierno.

Para los encuestados los proyectos de infraestructura no arrancan. Somos el país de Suramérica con más atraso en dobles calzadas. Consecuente con este derrumbe vial, a la ministra de Transporte la califican con un tres "raspado". Al director de Invías lo reprueban con un 2.7. Toreando al alimón, ambos se van al precipicio.

Rajan a la Canciller. La política de relaciones exteriores es floja y descuidada: 2.6 sobre 5 es como para tirar la toalla. A ella solo la desvela la frialdad de Venezuela con Colombia. Lo demás poco significa.

La ministra de Justicia también se raja. Con una justicia tan desprestigiada, no es de extrañar esa debacle. Obtiene 2.5 sobre cinco. A duras penas le daría para rehabilitar una materia que de su estricto y oportuno cumplimiento está tan necesitado un país, en donde la impunidad tiene su propio imperio.

Así que Santos, con parte de su séquito, obtiene la más baja calificación en estos tres años de gobierno. Llegó a tener 4.2, cuando la luna de miel aún no había hostigado con tanto almíbar promesero a colombianos y empresarios.

Nota que amenaza con bajar aún más, si el proceso de paz en La Habana no fructifica –matando de paso su reelección– y si los paros nacionales preparados para mediados de agosto siguen para adelante.

El deterioro del orden público es inocultable. El Catatumbo se estremece. Los camioneros siguen tentados a entrar en la danza del cese de actividades al denunciar que el Presidente en tres años ha firmado dos acuerdos sin cumplirlos. La situación social es delicada. A las respuestas con arrogancia y amenazas, pocos les creen. El país le midió el aceite al Presidente y descubrió que su fuerte es recular y recular. El caos se mueve como Pedro por su casa en las zonas de conflicto. No hay autoridad. Y sin autoridad no hay orden posible y democracia real.

Como van las cosas, al final del año creemos que los empresarios nuevamente consultados, podrían reprobar la gestión presidencial quedando Santos con las mismas notas de aquellos expresidentes que por ahí andan como almas en pena, intentando reencaucharse, ante la indiferencia y sorna de los colombianos.

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