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Las artes, valioso don de familia Caro

Sus integrantes son músicos y plásticos. Su amor al arte viene de su padre, de sus tíos, de su abuelo...

  • Las artes, valioso don de familia Caro | Gabriel Jaime Caro Delgado es director de la Escuela de Música del barrio Santa Fe. Prepara un concierto. FOTO JAIME PÉREZ
    Las artes, valioso don de familia Caro | Gabriel Jaime Caro Delgado es director de la Escuela de Música del barrio Santa Fe. Prepara un concierto. FOTO JAIME PÉREZ
26 de mayo de 2014
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De pronto, todo fue caos. Bandidos entraron un día a la escuela de Música de El Limonar a sacar a patadas a uno de los estudiantes. Eran integrantes de una banda del sector y lo amenazaban diciéndole que si no quería que lo mataran, no siguiera pegado del violín y regresara con ellos para seguir en la delincuencia.

Ese muchacho, su nombre lo reservan por razones obvias, aguantó esa humillación y esos dolores como un estoico y, animado por Gabriel Jaime Caro Delgado, el director de la Escuela, no atendió semejante advertencia. En los días siguientes se aferró a su instrumento como un náufrago a su tabla de salvación... y hoy es violinista.

Quien relata este episodio es Gustavo Castaño, el realizador de documentales. Evoca este hecho que presenció al lado de Fausto, el baladista.

"Algo que me sorprende —dice Gustavo Castaño— es cómo Gabriel Jaime y Felipe, su hermano, han ayudado a transformar a tantos jóvenes de bajos recursos. Muchachos que, por una parte, se escapan del conflicto armado y, por otro, hasta comienzan a obtener ingresos con su música, para bien de sus familias".

Sin embargo, al recordárselo al director de la Escuela, ahora al frente de la del barrio Santa Fe, no hace alarde de nada ni cobra para sí ningún mérito. Su barba negra apenas se mueve para decir:

"Esa es parte de la filosofía de la Red de Escuelas y Bandas de Música: brindar una alternativa de creación a los jóvenes, que los mantenga alejados de la guerra".

Gabriel Jaime Caro Delgado es el menor de una familia de artistas de Itagüí. Los otros hermanos, Felipe y Paola Andrea, también son músicos. Aquel, violinista vinculado como profesor en esa misma institución de la Alcaldía de la que hace parte Gabriel Jaime; ella, violonchelista, ahora tentada por el estudio de la historia. Y hay otro hermano, "el más loco de todos", según su padre: Juan Carlos, quien es artista plástico.

Este esculpió barrancas en Pueblo Rico, ha sido artista en Medellín e Itagüí por muchos años, profesor de artes, y ahora es pintor en Chile. Por estos días está trabajando en las imágenes religiosas de una iglesia.

El origen
El arte se metió en esa casa por Jaime Caro, el papá, quien ha sido músico empírico toda la vida. Natural del corregimiento Altamira, de Betulia, en su casa todo el mundo era artista. Con su padre, Luis Eduardo, y sus hermanos Gustavo y Luis Eduardo, integró un conjunto llamado Los Alegres de la Montaña, que interpretaba música campesina, "guasquita, como la de Los Relicarios", y se regaban por esos caseríos llevando serenatas y haciendo presentaciones ocasionalmente, en especial, los fines de semana. Jaime tocaba la guitarra y el tiple.

¿Y también se valió de la música para enamorar a Silvia Rosa, su mujer?

"¡No, ella no necesitó ni siquiera eso…" Contesta Jaime, riendo por su propia ocurrencia, pero sin contar qué fue lo que ella requirió.

Una tía de Silvia Rosa, la mamá, dueña del mismo nombre, también interpretaba instrumentos.

A los Caro Delgado los une el arte. Suelen hacer reuniones muy festivas en su casa con frecuencia. "Desde niño, aprendimos a trasnochar", dice Gabriel Jaime, quien apenas si dibuja una tenue sonrisa al mencionar esos encuentros impulsados por su padre. Y es este quien explica el anterior comentario: Gabriel Jaime, cuando apenas tenía cuatro años, se quedaba despierto hasta las dos de la madrugada, cuando el último de los músicos guardaba su instrumento en el estuche, para no perderse ni una sola canción.

"Nos reuníamos hasta seis guitarras en la casa".

Tradición que no muere
Y esa es una tradición que la familia de artistas no ha dejado extinguir. La última fue hace pocos días, por motivo del cumpleaños del exintegrante de Los Alegres de la Montaña. Hasta los muchachos de Siguarajazz, la orquesta de salsa, estuvieron en su casa, situada en la vía que del municipio bañado por la Doña María conduce a San Antonio de Prado.

Juan Carlos se fue hace dos años para Chile. "Hace unos meses pintó para Fausto una imagen del Señor de la Misericordia, de un metro con ochenta por dos con cuarenta. Grande". Todavía no ha anunciado que vaya a venir a visitarlos. Lo más seguro es que cuando vuelva, lo reciban con música.

Pero no todo es alegría plena entre los Caro Delgado. Jaime, el papá, el que fue contagiando a sus hijos con la locura del arte, anda por estos días apesadumbrado porque una máquina de la litografía en que trabaja, una guillotina de refilar libros, le dañó uno de sus dedos. Y a pesar de que, si se esfuerza, puede seguir tocando su tiple, pues el "impedimento es más bien mental", ha tardado en volver a tocar sus cuerdas, propósito que tiene para los próximos días.

El accidente llegó justo cuando estaba más animado que nunca por la ejecución de su instrumento y se reunía a estudiar con músicos de la Universidad de Antioquia.

"Pero claro que voy a retomar a mi tiple y a mi guitarra. Ejercitaré al lado de Gabriel Jaime y Felipe, que ahora son unos maestros, ¿sabe que ellos tocan guitarra, flauta, violín, piano; mejor dicho, de todo? Con ellos volveré a tocar para alegrar otra vez mi vida con la música".

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