El primer paso de consolidación de las denominadas bandas criminales emergentes (Bacrim) ha sido el control de territorio en las ciudades para la comercialización de drogas y armas.
En ciudades como Medellín, estas bandas han ganado espacio en algunas comunas y es probable que el próximo escenario en el que quieran hacer presencia sea el político.
A poco más de un año de elecciones para Gobernación, Asamblea, Alcaldía y Concejo en Colombia, es de la mayor urgencia que las autoridades desmantelen y vuelvan a asumir el control territorial e institucional en las zonas en donde se ha perdido, antes de que las bandas sigan adquiriendo fuerza en lo material y en su influencia sobre las comunidades en donde operan.
Uno de los principales retos en el enfrentamiento a estas bandas es evitar que infiltren las próximas elecciones con candidatos de sus filas y así se configure la Bacrim política.
Se calcula que algunas bandas emergentes de la ciudad puedan estar recaudando alrededor de 30 mil millones de pesos mensuales por concepto del microtráfico de drogas, juego ilegal y extorsión.
Esta cantidad de dinero, además de financiar su fortalecimiento en armas, puede perfectamente financiar varias campañas políticas.
Hoy no se reconoce una banda criminal que tenga un ideario político definido, no se percibe una idea política concreta que motive la existencia de estos grupos armados ilegales; no obstante, es necesario prevenir y anticipar este posible escenario que ya tiene precedentes en Colombia.
Es preciso que la Fuerza Pública y la justicia ocupen con prontitud los espacios urbanos y rurales en donde pueden existir vacíos de poder institucional que han sido llenados por grupos ilegales que hoy se desempeñan como autoridades judiciales y ejecutivas.
Es fundamental que la presencia de las instituciones colombianas sea definitiva y no temporal en los sectores más vulnerables de Medellín y del resto del país. De lo contrario es improbable que las personas confíen en ellas y de esta manera busquen solución a sus problemas, recurriendo a grupos armados ilegales.
El control territorial de las bandas puede extenderse al control de las conciencias y de los votos de los ciudadanos de los lugares más pobres de la ciudad, si la presente situación no es enfrentada con prontitud y eficacia. La mezcla de poder, armas y plata es un coctel peligroso, pero efectivo, para influir en el campo político como se ha evidenciado en la historia de nuestro país.
Pablo Escobar intentó sumergirse en la arena política para evitar la extradición, las autodefensas actuaron acordemente para "refundar la patria"; y las Farc, para adquirir apoyo internacional y consolidar su proyecto comunista. Los colombianos hemos y seguimos evidenciando los nocivos efectos de estos proyectos políticos respaldados por las armas y el terror. Es responsabilidad de las instituciones recuperar los espacios abandonados y establecerse allí y es responsabilidad de los ciudadanos votar a conciencia y en masa por los proyectos políticos honestos. El esfuerzo para combatir a estos nuevos grupos violentos debe ser conjunto y el rechazo a ellos, unánime.
Post Scriptum: ¿Será que a las bandas de Medellín las afectará en algo que hagan marchas a favor de la no violencia?
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