Lola no sabe cuántos kilos han subido ella y sus amigas desde que llegaron a Medellín. Han comido bandeja paisa, panelitas de El Retiro, dulces en San Antonio de Pereira y todo lo que se les ha puesto en frente. Sumándole, por supuesto, "el aguardientico".
Y después de 22 horas de viaje, en bus, ni modo no gozársela por completo.
"Venimos de Pasto. Todo ese montón de viejas", se ríe Lola Torres. Allá, tienen un costurero, en el que pasan tardes tejiendo y bordando.
Y como Fanny Medina, que es de Yolombó, lleva ya casi media vida en Pasto, con su familia, las invitaron a que dejaran la costura por esta semana y se vinieran a la Feria de las Flores. Dichosas, de 13, 11 dijeron que sí, y unas se vinieron con familia incluida.
"Estamos en hacinamiento crítico, pero estamos disfrutando", dice Fanny y las risas que no esperan. Están de paseo y por todo gritan, se ríen y hacen fiesta.
El tour tiene plan para cada día. Ya fueron al Pueblito Paisa, el sábado van para Guarne y el domingo es para, exclusivo, los silleteros, que para ellas empezó ayer, con la visita a Santa Elena y el recorrido tradicional.
Pararon entonces en la casa de don William, para que les explicara cómo hacía una silleta. El clímax fue total. Preguntaron, cortaron flores, le hicieron armar la silleta, pusieron sus ramos, aplaudieron, tomaron fotos y hasta se convirtieron, por un minuto, en silleteros: se encaramaron la silleta a medio hacer, la que todavía no alcanza los 80 kilos.
"Pues casi no me pesaba. Y como me llama tanto la atención las flores y la feria, fue fantástico", contó Betty Mora.
Eso mientras Gemma Sarasti recordó que, por allá en los años 50, cuando estaba niña, Coltejer daba almanaques, en los que habían fotos de silleteros y eso, en Pasto, le llamaba la atención. "Yo me imaginé que Medellín era todo flores". Ahora, después de tantos años, que viene por primera vez, no encontró todas las flores, pero sí, una ciudad a la medida de sus sueños.
Silleteros hasta el apellido
Ser silletero se lleva en los genes y se transmite. William Atehortúa lo es. Su esposa Luz Helena Atehortúa lo fue. Y dice "fue" con nostalgia, porque un día le dio trombosis y debió dejarlo.
Entonces su hijo, Esteban, heredó el puesto y ahora es él quien carga la creación floral en cada desfile.
"Los hijos aprendemos y todos elaboramos la silleta", cuenta Esteban, quien tiene sobre el patio la estructura, con unas cuantas letras, ya tiene todo el diseño y trabaja, por estos días, diario, unas 12 o 14 horas para tenerla lista para el domingo.
"Calculando, unas 10 variedades de flores. Y unas 15 docenas de girasoles", señala que tendrá su silleta. Sabiendo que los girasoles son de las flores que más pesan.
Terminará en la espalda con más de 80 kilos, pero a sus 27 años, eso no le preocupa. "Hay que saber poner el cargador y las abrazaderas. La espalda debe ir muy recta", añade él.
Coincide con su papá, al decir que "cuando le talla pa' un lado, la corre pa'l otro", y ya está.
Es una familia que vive feliz de ser silletera y que se siente orgullosa. "Uno no tiene palabras. Es vocación", concluye don William.
Gozan los campesinos, gozan los turistas y la Feria de las flores, que se hace de todos los colores, como sus protagonistas.
Pico y Placa Medellín
viernes
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0 y 6