¿Algún artículo en el proyecto de ley de reforma a la Salud contemplará la vinculación de personas con calidad humana como directivos y administradores de las EPS?
Aunque lo ideal es no tener que esperar una ley que exija a los directivos desarrollar un poco de sentido común y agilizar los trámites de aprobación de órdenes de tal forma que un pobre enfermo no tenga que ir a seis lugares distintos y distantes por sellos, firmas y procedimientos.
Que los enfermos tengan que ir al lugar "A" al médico general, al "B" para aprobación al especialista, al "C" para el especialista, otra vez al "B" para la aprobación de la biopsia, al "D" para la biopsia y al laboratorio "F" para llevar la biopsia, no tiene presentación.
¿No habrá administrativos de EPS que sean conscientes de que el que está haciendo esa inmensa cantidad de vueltas es una persona enferma, sin fuerzas para tantos desplazamientos, fichos, filas y esperas? ¿Cuántos no han muerto en esa maraña de trámites? Además, y lo más triste, en la mayoría de los casos muchos de esos pacientes no tienen el dinero suficiente para tantos desplazamientos.
Casi se podría suponer que es parte de una estrategia para vencer por debilitamiento al enfermo y ahorrarse así exámenes, procedimientos, especialistas, medicamentos.
No sé si es un problema de la tristemente célebre Ley 100, o si es que entre las personas que dirigen las EPS falta calidad humana, poseen un miserable sentido común o sencillamente son seres completamente ajenos a la realidad que los rodea.
¿Habrá que esperar a que entre en vigencia (si algún día lo hace) la reforma al sistema de Salud? ¿Y quién garantiza que esa reforma solucione el problema de la tramitología?
El problema es que el egoísmo y la falta de solidaridad de muchos directivos del sistema de salud (los que planean estrategias, planes operativos, convenios, etc.), les impiden trabajar eficazmente, pues quizá, pudiendo ahorrarles a los pacientes trámites anodinos, los ponen a voltear hasta el desgaste sin importarles el esfuerzo que ello demanda.
Es tarea de los seres humanos ponerles a las leyes un toque de humanidad. No habría que esperar una nueva Ley. Estoy segura de que muchos trámites se podrían humanizar desde ya. Pero lo más perverso de la Ley 100 es que cabe la posibilidad de que muchos actores del sistema de salud (a lo mejor hasta hastiados con la forma como ellos mismos son tratados), hayan olvidado el compromiso humano que supone su trabajo.
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