Si algo caracteriza la conformación de este nuevo Congreso de la República es la falta de renovación. Los mismos en cuerpo propio o en cuerpo ajeno y una serie de situaciones que dan más grima que alegría. Por eso, he aquí algunas lecciones y decepciones del proceso electoral, que dejan ver lo triste y lo lamentable de lo que hemos hecho con la compungida democracia colombiana.
La campaña electoral fue tan pobre que no podía esperarse nada más allá. La falta de debate ideológico, la cantidad de candidatos aparecidos de la nada (¡2.481 candidatos, algunos hasta de tres ojos!) y la forma como el referendo reeleccionista eclipsó las propuestas, fueron un caldo de cultivo para que las fieras se antojaran del poder. Y empecemos.
Lecciones: los tentáculos de los políticos non sanctos siguieron vivos. Simplemente basta con mirar lo alcanzado por el cuestionado partido PIN. Fueron muchos los políticos o los electores no fuimos capaces de desahuciarlos para erradicarlos de la política. Ojo a las cifras: el 25% del Senado está bajo la lupa. ¡Una cuarta parte de los senadores tiene líos con la justicia y del total del Congreso, que son unos 100 congresistas, 14 son herederos directos de aquellos que han tenido que ver con la parapolítica. Y por supuesto, esta belleza de situación reveló otra: el clientelismo y la corrupción electoral, que siguen gozando de lo lindo con el voto de los colombianos. La Misión de Observación Electoral de la OEA denunció que durante la jornada cada tres minutos hubo una anomalía electoral. Compra de votos, constreñimiento, en fin. ¿Cómo no va a ser una vergüenza que, por ejemplo, en Barranquilla, dos días después de las elecciones aún aparecía gente votando, que en Montería se regalaran bultos de cemento, descargados de una camioneta con publicidad de un candidato o que en Valledupar el sufragio se cambie por un tamal? Los gamonales políticos y algunos servidores públicos, como el Gobernador del Valle, abusaron de su posición para meterles entre ceja y ceja a los electores sus candidatos de bolsillo. La ambición y las ganas de poder para sacar provecho, generaron comportamientos electorales como posibles focos de corrupción. Y ni se diga de la cantidad de plata que le metieron a las campañas. Se volaron los topes, se abusó de la publicidad, se vio el derroche y, claro, para recuperar esa platica, se viene la feria de contratos públicos para saldar las deudas adquiridas en campaña.
Decepciones. Primero que todo, el Sistema Electoral Colombiano, una recocha total. Empecemos por el tarjetón. ¡Es que hasta Pachito Santos se enredó con él y el mismísimo Registrador dijo que parecía un Sudoku! El fiasco informático en el conteo de las consultas y un Registrador con cara de "metimos la pata, pero qué podemos hacer" y un manto de duda sobre su aliento etílico, generan una desconfianza inmensa de cara a las elecciones presidenciales. Segunda decepción, la fuerza parlamentaria que Fajardo quiso tener y no pudo. La Selección Colombia, como la denominó, quedó como la verdadera selección: eliminada. Ahora, la situación se torna difícil para Fajardo, pues el arrastre electoral que le podrían brindar sus parlamentarios se vino a pique. Ahora, le tocará jugarse el todo por el todo usando su capital político, que ha construido a pulso.
Como pueden ver, en Colombia no hay memoria y tristemente hay que decirlo, ni ganas de que muchas de las cosas que huelen mal en política cambien. Por eso, la jornada electoral pasada, en vez de revitalizar la democracia, la hizo atribular más, con tan mala suerte que el lamento democrático nos puede durar por lo menos cuatro años más.
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