"Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y no sólo como un medio". (I. Kant)
Los monitores clínicos son objeto de peculiar atención para el ojo médico. Indican el nivel de oxígeno que dictamina, al circular por la corriente, el estado crítico del paciente o su condición de estabilidad.
Idéntica atención amerita la relación entre la ética -forma de proceder de las personas- y el criterio 'humano'.
La noción de ética se asocia al comportamiento de los individuos en los ambientes -en el ethos (vocablo griego)- que les circundan. En los mismos, se coloca el hombre a través de una acción.
En correspondencia con la integridad de la persona, esa acción se integra a otros elementos de ella: sus principios, sus intenciones y sus valores.
El conjunto de los principios y de las acciones constituye tanto las costumbres como las formas culturales del entorno, -del ethos-.
Cuando la ética personal inicia su recorrido por dichos espacios sociales intenta impregnarlos de lo que se ha vuelto sólido en la intimidad del sujeto.
Viene la pregunta: ¿y, es que existe algún principio o valor que, derivado de lo individual, no sólo se haga presente en aquella intimidad sino que además pueda cobijar a todos los hombres, propiciando su valoración y a la vez omitiendo cualquier tipo de discriminación y de manipulación sobre ellos?
Respuesta: es común a todos los hombres y las mujeres lo humano . Ha de ser entonces él quien, fungiendo como matriz gestora en las acciones personales, las impregne de humanismo -como fecundo oxígeno- en los espacios de las comunidades.
Es este, por tanto, un punto de partida expedito hacia una actitud tanto valorativa como respetuosa para quienes poseen esa calidad. Implica él, por lo mismo, la puesta de actos -la acción ética- que sean celosos en expresarle a la vida, a toda vida, con intenciones, obras y gestos concretos, que se esfuerzan por alcanzar lo realmente importante: Que ella, ¡merece la pena vivirse!
Brota así el día ético: un comportamiento social que impregna "oxígeno" para impulsar y para dinamizar el valor en quienes son los componentes del conglomerado humano. No es el día ético algo superpuesto o añadido al factor humano; más bien, es el que le hace las veces de escudo protector y le abandera en los avatares de la historia.
La vivencia ética involucra la misión de hacerse cargo por el entorno social de las personas; le asocia a él la adecuada actitud de respeto por las perspectivas de su devenir con el noble propósito de instaurarles un bienestar meridiano. He ahí una meta para plasmar con criterios de calidad la relación interpersonal.
La propuesta ética le plantea a la sociedad, de otra parte, la urgencia de una metamorfosis en la opción vital de los hombres que fomentan la guerra, que son indiferentes ante las miserias de sus semejantes y que abusan, con su poder, sobre ellos. En la 'noche' en que surgen estas actitudes, -oscuridad ética-, se percibe el clamor de ésta. Con tonalidad de alto decibelio hace sonar las trompetas que anhelan por la superación de esas cobardes miradas frente a cuanto configura la vida con deprimentes tonos.
Los auténticos compromisos éticos se ubican en la búsqueda de unos fundamentos mínimos que, compartidos por las diferentes civilizaciones, religiones, ideologías y culturas, garanticen la aparición de relaciones signadas por la igualdad.
Toda persona está en capacidad de accionar en el 'monitor' de la sociedad. Detectará en él su grado de 'oxigenación'. A una sangre carente de oxígeno la diagnosticará como anémica; a una sociedad carente de ética igualmente la diagnosticará en estado crítico, dados sus rasgos anémicos de los (in)humanos.
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