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Los difuntos

  • P. Hernando Uribe Carvajal, Ocd | P. Hernando Uribe Carvajal, Ocd
    P. Hernando Uribe Carvajal, Ocd | P. Hernando Uribe Carvajal, Ocd
11 de noviembre de 2010
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La Iglesia hace memoria de los fieles difuntos el 2 de noviembre. Y qué es un difunto para saber qué celebramos. La palabra difunto viene del latín defunctus , participio pasado del verbo defungor , que significa: cumplir, ejecutar, terminar, más aún, pagar, liberarse de una deuda. Quien cumple, ejecuta, termina o paga, es difunto, está libre.

Difunto es, por tanto, el que ha alcanzado la libertad. Quien es libre, tiene sensación de bienestar, de vida en plenitud, de felicidad. El difunto, el que ha muerto, ¿llegará algún día a inspirarnos lo que es? Nos basta sintonizar con él para participar de lo suyo, un ser lleno de Dios.

S. Agustín hizo una afirmación que llena de alegría y consuelo. "Después de esta vida, Dios mismo es nuestro lugar". El difunto se instala en Dios, se vuelve divino sin dejar de ser humano. Motivo incomparable de felicidad, de plenitud. Y más si entendemos que en eso consiste el bautismo: 'inmersión en Dios'.

Es seductora la visión de Catalina de Génova, mística del siglo quince: "Cuando veo morir a una persona me digo: ¡oh, qué cosas nuevas, grandes y extraordinarias está a punto de ver!". Esta mujer singular nos presta los ojos para ver lo que ella ve. Visión que nos colma de admiración, alabanza y gratitud.

"Incierto es el lugar donde la muerte te espera. Por eso, espérala en todas partes", decía Séneca. Quien vive de amor, vive preparado para morirse de amor. Así se cumple la afirmación de S. Juan de la Cruz. "Porque en viniendo la vida, no queda rastro de muerte".

Magdalena Delbrêl, una mística del siglo XX, tenía esta convicción: "Cada pequeña acción es un acontecimiento inmenso en el que se nos da el paraíso y en el que nosotros damos el paraíso.

No importa lo que haya que hacer: tener en la mano una escoba o un estilógrafo; hablar o callar; remendar o dar una conferencia; cuidar un enfermo o escribir a máquina. Todo eso no es más que la corteza de la espléndida realidad: el encuentro con Dios".

Por la muerte llegamos a la vida en plenitud, a Dios. Santa Teresa afirma: "Temor ninguno tiene de la muerte, más que tendría de un suave arrobamiento".

El arrobamiento saca al arrobado de sí mismo para ponerlo en Dios. Al morir, acabamos de nacer, de ser bautizados, de llegar a la vida en plenitud, que es Dios. Motivo de alegría, alabanza y gratitud sin límites.

* Monticelo, Centro de Mística.

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