Cómo olvidar esa canción que se repetía de casa en casa la noche del 31 de octubre “triqui triqui Halloween, quiero dulces para mí”. Los disfraces y recuerdos de esos días en los años 80 y 90 siguen indelebles en la mente de nuestros lectores.
A propósito de esta celebración, nuestros seguidores en Twitter compartieron sus anécdotas de la infancia y de esos disfraces de héroes con maquillaje de mamá y aquellos trajes que pasaron por toda la generación de primos.
“Nosotros somos cuatro hermanos. Yo recuerdo un disfraz de tortuga ninja que pasó por todos. Incluso, en la casa, alguien se lo ponía para jugar y se sentía el más fuerte”, relata Milton González, quien le debe a su mamá, además, el bigote de Cantinflas con un disfraz de El Zorro.
Uno de los aspectos más comunes entre nuestros lectores era el sentido de economía, pues había que gastar el disfraz hasta la última postura. Eliana Agudelo afirmó que a su hermano menor “le compraron un disfraz de príncipe y se lo pusieron hasta que le quedaba en las rodillas”. Entre estas memorias surgieron también las fiestas de los colegios y las fotos con fondo del Rey León que, sagradamente, había que tomar cada año.
Muchas de estas tradiciones se conservan y lo cierto es que nadie va a olvidar esos disfraces que los hicieron sentir como héroes o princesas, ni la cantidad de dulces que se comieron en un día hasta casi fallecer de indigestión
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