Siempre que se va a un concierto, conviene estar atento para percibir cuándo los instrumentos de la orquesta se quieren y cuándo se pelean.
Esta sugerencia, dictada con la intención de que uno disfrute más de un espectáculo, es de Carlos Duque, historiador musical y psicoanalista del Centro de Educación Continua de Eafit, encargado del conversatorio que antecede la presentación de la Orquesta Filarmónica de Medellín interpretando la Sinfonía N° 4 Romántica, de Bruckner y el Concierto N° 4 para Violín, de Mozart, con la participación del solista Manuel López, y con la dirección del maestro Francisco Rettig.
Anton Bruckner es un compositor alemán del siglo XIX. Según el historiador, este músico era organista y, en sus composiciones, concebía la orquesta como un gran órgano. Es exigente para los músicos y no busca el protagonismo de ningún instrumento ni familia de instrumentos, sino de todos por parejo.
"También es exigente con los espectadores, pues demanda de ellos disposición", explica. Seguidor de Wagner, en sus obras evoca la vida del campo, de los cazadores, de la comida, y uno puede imaginar otros aspectos, aunque, claro, por encima está la música.
La Sinfonía N° 4 Romántica fue escrita en 1874. Está dedicada al Príncipe Konstantin de Hohenlohe-Schillingsfürst.
"Mozart es "regalado". Cualquiera se emociona con este compositor", sostiene Duque. Con él es fácil detectar la relación entre los instrumentos y la orquesta, que es de lo que se trata un concierto.
Por momentos, un instrumento dialoga con la orquesta y esta le adorna o complementa "lo que él ya dijo". A veces, es al contrario. En ambos casos, la orquesta se quiere.
En otros momentos hay antagonismo, competencia entre los instrumentos.
En el Concierto N° 4 para Violín, después del primer movimiento hay un silencio y después de este entra el violín del solista Manuel López y es fácil percibir la belleza sonora de este instrumento.
"Mozart es equilibrio y claridad", resume Carlos Duque, el historiador.
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