Cada vez surgen más elementos de análisis técnico-científico que señalan gran responsabilidad de las compañías petroleras en la sequía que ha matado a más de 6.000 chigüiros y otros cientos de tortugas y caimanes en la zona silvestre que rodea el municipio de Paz de Ariporo, en Casanare.
Aunque esos roedores no están en peligro de extinción -abundan a lo largo del continente-, sí son parte del patrimonio de la fauna nacional y por razones de la más mínima responsabilidad ética, laboral y pública le deberían preocupar a la ministra de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Luz Helena Sarmiento Villamizar. Pero una frase suya nos dice que la muerte masiva de esos bichitos es un asunto de poca monta: “No fue la tragedia que los medios presentaron en Casanare; allí hay un millón de chigüiros (...) solo se murieron 6.000”.
Más que ahondar en el origen del desastre ambiental, en la contabilidad de la funcionaria esa cantidad es menuda. Así, con tal racionalidad de millonarios extravagantes, la riqueza natural de este país va quedando reducida a su mínima expresión: “gasten a tres manos (¿maten?) que hay de sobra”. Sobre todo porque, en últimas, a ella no le cuesta. Seguro no le llegará factura por 6.000 insignificantes chigüiros, entre un millón. Igual que otros advenedizos en el poder público, la Ministra sabe que su paso por el cargo es un accidente político pasajero.
Habrá que esperar si los entes de investigación y control son capaces de establecer la responsabilidad de empresarios privados que, en gran escala, explotan esa región del país: petroleros, ganaderos y arroceros. Y si se reconstruye la ruta que debieron seguir las medidas de prevención en alcaldías, gobernaciones, corporaciones ambientales y el mismo Ministerio, en este gobierno y el pasado, para proteger el sensible y singular sistema de humedales entre los ríos Meta y Orinoco.
De los indígenas siempre hay que aprender el gran respeto que guardan por la naturaleza: honran y encumbran el valor de una rana a la que le extraen el veneno para la cacería, o el de una semilla seca que los protege del mal de ojo.
En Paraguay los guaraníes llaman al chigüiro kapiÿva (“Señor de la Hierba”). Entre sus virtudes ha estado adaptarse a los cambios que produce el hombre en las llanuras, incluso a cultivos agroindustriales y pastos de ganadería extensiva.
En Casanare la exploración de combustible, con sus detonaciones y perforaciones a destajo, rompió bolsas de agua subterránea, trastornó niveles freáticos y malgastó o desvió reservorios de agua a huecos inservibles. Ojalá la Ministra sea capaz de denunciar, con la misma crudeza, el daño que le produce a nuestro medio ambiente esa especie intocable, la de “los Señores del Petróleo”.
