(Esta columna no es apta para tristes, mustios encabronados, pesimistas irredentos, agoreros, avinagrados, necios, enterradores del mañana, y taciturnos en general. Absténganse también los envidiosos, censores de nacimiento, hirsutos, tontos del haba, murmuradores, lúgubres, apergaminados y enjutos del alma. Su lectura descontrolada en esos casos puede provocar muerte súbita por acumulación de bilis. En ocasiones se han detectado episodios temporales de sarpullidos, espumarajos y diverticulitis aguda. Esta columna puede contener trazas de cacahuete. Se recomienda acompañar su ingesta con el «Aint no stopping us now» de McFadden & Whitehead y dejarse llevar).
Recibamos el nuevo año como se merece: riendo. Para empezar porque por fin soplan vientos favorables. Para Colombia, que irá como un tiro para beneficio de todos ustedes y del santismo, y para la economía global. Por eso decreto desde ahora la suspensión de cualquier crisis «por falta de fondos» y anuncio que en 2014 podremos gastar más que el coche de Batman. Y ya puestos anulo también la ley que obliga a comer todos los domingos en casa de los suegros y la sustituyo por otra que permita privatizar a los políticos. Proscribo asimismo la práctica de incluir becarios en las cestas de Navidad de los directivos de las empresas sólo porque son más baratos que las paletillas de jamón ibérico. «Se trata de conservar la ilusión en estas fechas obsequiando a los trabajadores con un regalo que puedan conservar toda la vida. Y, además, así garantizamos que estos becarios pasan la Navidad en familia, aunque sea en la familia de sus jefes y estos los usen para pedirles café también durante las fiestas», se explicaban los cachondos que comercializaban el producto.
Como estoy embalado, sigo. Voy a pedirme un año sabático para montar el barco pirata de los Playmobil con mi hijo (igual me excedo, pero más vale que sobre que no que falte) y a dejar de fumar de una vez por todas. Y avanzo otro notición: la loca de los gatos y la loca que da de comer a las palomas acordarán este año un plan estratégico conjunto. Su objetivo no es otro que «diseñar sinergias que impulsen sus acciones a un nuevo nivel de efectividad, eficacia y demencia nunca antes visto», según consta en el comunicado que me han remitido. Creerán que me he vuelto majara, pero no es así. Mucho peor está Alvarito Bosch, estudiante de primaria, que ha abandonado a su suerte a sus soldados del videojuego «Call of Duty» condenándolos a una muerte segura y poniendo en juego la seguridad de toda la nación. O Barack Obama, que lleva dos años tratando de encontrar Siria en el mapa para bombardearla y no hay manera, oiga.
Será porque en 2014 toca Mundial –y se me antoja que todos los años en que se disputa son mejores que los anteriores– que me nace una fe ciega en los próximos 365 días. Primero, porque tengo la intención de seguir vivo como espero que hagan todos ustedes. Segundo, porque al igual que presidente estoy convencido de que este será el año de la Paz en el que los malos bajarán de los montes repartiendo algodón de azúcar y lanzando besos. Ojalá llueva café, pidan perdón y se unan a nosotros para hacer la conga por todo el país. Y que en las elecciones gane el mejor.
Tengo fe en el futuro, en Colombia y en todo el mundo. Y nadie me la va a quitar. Así que dejemos atrás las penurias y los miedos. Que se cumplan los deseos de sus doce uvas, saquen las maletas de paseo y pónganse unos calzones amarillos si desean. Este año lo vamos a reventar. Porque aunque es cierto que la ballena franca austral tiene los testículos más grandes de todos los mamíferos, y no es guasa, eso no nos gana nadie
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