El próximo martes 2 de noviembre el pueblo norteamericano irá a las urnas a votar por Congreso y gobernadores. Será una fuerte batalla política, pues esta elección de mitaca en Estados Unidos se constituye en un plebiscito a favor o en contra de Obama. Si el Partido Republicano recupera el control del Congreso, será evidente la inconformidad del pueblo norteamericano con las políticas socialistas e incapacidad de Obama de generar empleo.
Pero el 2 de noviembre también se votará un referendo por la legalización de la marihuana en California. De ser aprobada la propuesta, que se denomina Propuesta 19, entrarían a ser legales tanto el porte de hasta 30 gramos de marihuana por persona (mayor de 21 años de edad) como el cultivo de la planta en parcelas no superiores a 2,3 metros cuadrados.
Si la Propuesta 19 es aprobada, ello sería un insulto y una cachetada monumental al pueblo colombiano. ¿La razón? Ha sido Colombia el país que más sangre ha derramado, que más víctimas ha aportado y que más sufrimiento ha padecido en la batalla contra las drogas ilícitas. Drogas ilícitas que han sido consumidas en buena parte por el mercado norteamericano.
Ahora resulta que la droga que engendró toda esta guerra, este derramamiento de sangre, las masacres, los magnicidios y el narcoterrorismo en nuestro país puede ser legal en el estado más próspero de Estados Unidos. Y como de la marihuana a la cocaína hay un paso, la guerra contra Pablo Escobar pudo haber sido en vano porque, quizá, los ciudadanos de California deciden que consumir y producir marihuana es legal. Lo peor es que otros estados buscarán someter a las urnas propuestas como la de California.
En Colombia la Corte Constitucional legalizó la dosis mínima en 1994 con ponencia del entonces magistrado Carlos Gaviria. ¡Craso error! Tanto así que el año pasado el Congreso la volvió a penalizar por tres razones. Primero, porque la dosis mínima legal facilitaba el microtráfico de droga, impidiendo que jíbaros y expendedores fueran judicializados. Padres y madres de familia sufrían impotentes ante el desmesurado e impune tráfico de droga -amparado en la dosis mínima- en colegios, universidades y parques.
Segundo, por un problema de salud pública; en efecto, desde 1994 Colombia pasó de ser un país no consumidor a convertirse en un país de consumo intermedio. Estudios oficiales estiman en medio millón de personas el número de ciudadanos que han consumido droga y en 30% el porcentaje de la población con acceso fácil y directo a ésta.
Y tercero, por la profunda incoherencia ideológica que representaba el porte y consumo de miles y miles de dosis personales de droga diariamente en nuestro país, mientras la fuerza pública derramaba su sangre y sacrificaba a sus mejores hombres para enfrentar un narcoterrorismo alimentado y nutrido por la droga.
Es decir, Colombia no aguantó más y volvió a penalizar la dosis personal de droga. Y mientras tanto, California y otros estados pueden tomar el camino contrario. Camino insultante a Colombia, país que ha ofrecido el mayor sacrificio en esta guerra brutal contra la droga.
¿Cómo explicarle a un campesino que si siembra hoja de coca o marihuana será encarcelado y la propiedad de su parcela extinguida, pero que en California la marihuana se vende como un producto recreativo? ¿Cómo explicarle a la esposa de un soldado que murió en combate que el combustible que alimenta a los asesinos de su marido -la droga- se ha legalizado en buena parte de Estados Unidos? Eso no lo entiende nadie. Si California elige la droga, Colombia tendrá que repensarlo todo.
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