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8 y 2
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Me atreví a preguntarle al padre Nicanor, mi tío, qué pensaba él del presunto ateísmo del candidato presidencial Antanas Mockus, de sus titubeos cuando le preguntaron sobre su creencia en Dios, sobre su catolicismo. Sus ojos azules, ya agrisados por los años y tan apacibles siempre, parecieron convertirse en dos punzones que me herían:
-No me tentarás, muchacho. Y aunque también tú quieras dejarte arrastrar por la involución a la mojigatería y el integrismo, que quedan como herencia de los mesianismos, te voy a decir algo: titubear es la más honesta forma de reaccionar cuando a uno le preguntan si cree en Dios y sobre sus actitudes religiosas.
-No le entiendo, padre.
-La fe, hijo, es titubeo. Toma el diccionario y léeme la definición de titubear.
-"Titubear: (1) Oscilar, tambalearse una cosa, perder la estabilidad. (2) Balbucir, hablar articulando las palabras de una manera vacilante y confusa. (3, en sentido figurado) Estar en duda, mostrarse indeciso en algún asunto, materia, acción, etc.".
-Nuestra relación con Dios, hijo mío, está marcada por esos tres sentimientos que alberga la palabra titubeo. La vivencia de Dios, si es sincera, te hace tambalear, te desacomoda, te desestabiliza.
-¿Entonces la fe no da seguridad, para usar una palabra tan llevada y traída en esta campaña electoral?
-No, la fe no es seguridad. La fe es incertidumbre. El día que la fe sea certeza, sería un conocimiento científico y entonces no habría lugar para la creencia. La fe es creer en lo que no vemos, nos enseñó el catecismo. El que dice sin titubear que cree en Dios, tal vez está confundiendo los conceptos: el de Dios (que, por lo demás, no es un concepto) y el de la fe, que apenas es un balbuceo ante el misterio.
-Entonces, tío, la fe es también balbuciente.
-Sí, joven. Toda religión, toda profesión de fe es balbucir la realidad de Dios. Creer es balbucir lo inefable, como dicen los místicos. Por eso san Juan de la Cruz dice que cualquier cosa que se diga de Dios no es Dios.
Y Fernando González conceptuaba que sólo pronunciar el nombre de Dios ya era una blasfemia.
-Ya voy entendiendo, padre Nicanor. La fe no asegura, no da certezas sino que ilumina en medio de la duda, ¿cierto?
-Claro, porque la fe siempre está acompañada por la duda. Dudar es de la esencia del creer y lleva a que al hablar de religión y teología, tanto el creyente como el no creyente se vean indecisos, tan titubeantes a la hora de negar a Dios como de creer en Él.
-¿Entonces Mockus no es ateo?
-No debería interesar a nadie saberlo, menos en medio de una campaña marcada por la propaganda negra. Muchos políticos en trance electoral sacan a relucir a Dios o el tema religioso por si les pueden dar votos. O por si se los pueden quitar al contendiente. Eso sí es pecado y ofende la religión.
-Tiene usted razón, tío. Además, en un país con una constitución laica el tema de la religión y la religiosidad de los candidatos no se deberían esgrimir para nada.
-En Colombia no importa -no debería importar- la fe religiosa de un presidente, o de cualquier funcionario o mandatario regional o local, y ellos no deberían -en rigor no pueden constitucionalmente- hacer manifestaciones oficiales y públicas de su religión.
-Por supuesto, incrédulo sobrino, pero tampoco llegar a extremos, mejor dicho, evitar los extremismos en los que se puede caer, sea por una exacerbada y discriminatoria confesionalidad teocrática, como por una aconfesionalidad radicalizada y laicizada hasta la discriminación también de los creyentes.
Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.
-Pero, padre?
-Ya, hijo, ya. Y tenlo presente: frente al misterio de Dios acepta humildemente los titubeos de la fe. Aunque te llamen ateo.