Han pasado las celebraciones principales de Navidad y con ellas, lamentablemente, algunos episodios violentos, frutos de la intolerancia religiosa que se vive en algunos países de Oriente. Justamente el Papa Benedicto XVI centró su mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, que celebra el mundo católico el 1 de enero, en el tema de la libertad religiosa, recordando la masacre ocurrida el pasado 31 de octubre en la catedral de nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Bagdad, en la que fueron asesinados dos sacerdotes y más de 50 fieles mientras estaban reunidos para la celebración de la misa.
A pesar de este llamado, estas fiestas se tiñeron de sangre en países como Egipto donde en la Iglesia de Todos los Santos (Al-Qiddissine) en Alejandría, el pasado 1 de enero en la madrugada, la explosión de una bomba dejó 21 muertos y 79 heridos.
Otro escenario de estos episodios fue Nigeria, donde la Nochebuena comenzó con la llamada "masacre de Navidad". Fueron asesinadas al menos seis personas, entre ellos un pastor baptista. Según el arzobispo Jos, monseñor Ignatius Kaigama, se ha elegido la fecha de Navidad porque los fundamentalistas piden la aplicación de la ley islámica o sharia en todo el país y son hostiles a la democracia y al sistema educativo laico.
Mientras tanto en Irak no fueron los templos sino las casas de los mismos cristianos los blancos de los ataques. El 30 de diciembre explotaron diez bombas en diferentes casas en Bagdad. Al menos dos personas murieron y 16 más resultaron heridas. "Atacar a los cristianos se ha convertido en un fenómeno normal en Irak. Somos un objetivo fácil", dijo a la agencia Asianews el arzobispo caldeo de Kirkuk, monseñor Louis Sako.
En Filipinas, en cambio, una bomba explotó la mañana del 25 de diciembre durante la Misa navideña que se estaba celebrando en la capilla dentro del cuartel de la policía de Jolo, en la región autónoma del Mindanao musulmán. Un hecho que dejó alrededor de once heridos, entre ellos al menos un sacerdote.
¡Qué dolor que estos días, en los que deberíamos celebrar con alegría el don de la vida se lloren las muertes violentas por la incomprensión que lleva el fanatismo enceguecido, que va en contra de valores como la libertad y la democracia y que terminan irrespetando la vida misma y trastocando totalmente el sentido de lo sacro!
Tampoco se puede, por estos trágicos sucesos, caer en el vicio tan difundido en este siglo, de decir que la religión es en sí misma la causa de los conflictos y que cualquier manifestación pública es una ofensa a las minorías, que la solución es la imposición de una ética laicista y de relegar la fe solo al ámbito privado.
Más bien, como dijo el Papa el primer día del año, es necesario buscar la paz que "no es solo ausencia de guerra, ni el mero fruto del predominio militar, o económico ni mucho menos de astucias engañosas o hábiles manipulaciones". Una paz que busque "de forma efectiva la libertad religiosa, la dignidad de la persona es respetada en su raíz" ya que por medio de una búsqueda sincera de la verdad y del bien, "se consolida la conciencia moral y se refuerzan las propias instituciones y la convivencia civil".
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