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¡No más cadenas!

Colombia está emocionada con la liberación de los dos jóvenes servidores de la Patria, el sargento Pablo Emilio Moncayo y el soldado profesional Josué Daniel Calvo, libertad que nunca debieron haber perdido. Su largo y tortuoso cautiverio por causa exclusiva de las Farc terminó. ¿Será posible que el grupo guerrillero se la juegue por la convivencia pacífica y libere a los demás secuestrados?

30 de marzo de 2010
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Por fin las Farc liberaron a los jóvenes servidores de la Patria, Josué Daniel Calvo y Pablo Emilio Moncayo, a quienes nunca debieron privar de su libertad. Tuvo que transcurrir un año desde que el grupo guerrillero anunciara las liberaciones, que harían en "forma inmediata", para que éstas se dieran, y sin que se dignaran otorgar la más mínima explicación sobre su incumplimiento. Sólo ayer, al momento de la entrega de Moncayo, salen a decir cínicamente que la demora fue por culpa del Gobierno. En este largo tiempo de incertidumbres se ahondó la angustia de sus familiares, ya de por sí profunda, tras doce años del cruel cautiverio del sargento Moncayo, y del año del soldado Calvo.

Y si bien hoy estamos plenos de alegría por verlos de nuevo entre nosotros, tenemos que recordar que el infierno que vivieron estos jóvenes es exclusiva responsabilidad de las Farc. No hay que darle las gracias al grupo guerrillero por su libertad. Debe pedírsele cuentas por su secuestro y por el de todos los demás que tienen muertos en vida.

Lamentamos que el adecuado manejo observado por la Misión Humanitaria el pasado domingo al liberarse a Josué Daniel, no se hubiera dado en la entrega de Moncayo. Al igual que el Gobierno Nacional, no entendemos por qué el canal de televisión venezolano, Telesur, transmitió imágenes desde el sitio de la liberación, y por tanto nos parece pertinente pedir explicaciones, ya que se violaron los protocolos de seguridad y la garantía de prudencia mediática. No era un show político sino un acto humanitario.

La segunda etapa de la llamada Operación Libertad se vivió ayer con la emocionante y esperada ruptura de las cadenas de Pablo Emilio Moncayo y de su padre, Gustavo. La persistencia y el valeroso peregrinaje del profesor Moncayo por nuestro país y el mundo, clamando por el regreso de su hijo y de todos los secuestrados, no ha sido en vano. Y esperamos que dé frutos para todos los que aún viven esta tortura.

La Iglesia Católica, representada por Monseñor Leonardo Gómez; el gobierno del Brasil; el CICR; y Colombianos por la Paz, encabezados por la senadora Piedad Córdoba, contaron con todo el apoyo del Gobierno y de la Fuerza Pública colombiana para el cabal éxito de esta operación humanitaria. La flexibilización de las condiciones del Presidente Uribe fue evidente, permitiendo estas entregas "gota a gota" y levantando la exigencia de la entrega simultánea de los 23 militares y policías plagiados por las Farc, con tal de lograr la libertad de Moncayo y Calvo.

Nos queda la tristeza de ver a Doña Emperatriz de Guevara sin recibir ayer los restos de su hijo, el mayor Julián. Lo único que las Farc enviaron fueron las coordenadas para que en un futuro se dé por fin esta dolorosa entrega. ¡No hay derecho a tanta desidia y cinismo!

Con ocasión de estas liberaciones se plantea la discusión sobre la conveniencia o no de un acuerdo humanitario. Hemos sido reiterativos al afirmar que este sólo puede hacerse bajo el supuesto de que el grupo guerrillero realice previamente actos de paz: la libertad de todos los secuestrados, sin condiciones, sería uno de ellos. Sin embargo, las Farc afirmaron ayer que Moncayo y Calvo son los últimos plagiados entregados unilateralmente, ya que nuevas liberaciones sólo podrán hacerse por canje de "guerrilleros presos por uniformados secuestrados".

¿Los guerrilleros que están en las cárceles y que eventualmente fuesen liberados, en virtud de un acuerdo humanitario, se comprometerán a dar todas las garantías para no volver a delinquir, para no regresar a las Farc? ¿Respetarán la posición del Primer Mandatario Uribe en el sentido de que el terrorismo tiene que cesar todas sus actividades criminales? ¿Estarán las Farc dispuestas a jugársela por la convivencia pacífica de Colombia? De nuevo, las Farc tienen la palabra.

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