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NO MÁS DE LA MISMA MEDICINA

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23 de marzo de 2013
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Creo que no me alcanzarían los dedos, incluidos los de los pies, para contar las veces que han anunciado una nueva reforma a la salud. Bueno, digamos que me sobrarían tres o cuatro, para no ser exagerada.

A los que no estamos metidos en el "negocio" sino que lo sufrimos, las reformas nos dicen muy poco, casi nada. Lejos de su consultorio, quise despejar inquietudes con un médico "de los de antes", que ha vivido la evolución de la medicina en nuestro país desde la visión de quien recibe al paciente con toda su historia personal, que busca alivio, muchas veces no sólo físico sino también espiritual y mental, hasta nuestros días de medicina POS y no POS, pero su respuesta fue desalentadora. Igual que yo, mi fuente está a unos seis meses de entender la reforma plenamente.

Recuerda, y casi añora, cuando la medicina se ejercía en un consultorio donde todos eran atendidos sin preguntarles por el carné del Sisbén ni de nada. Era una verdadera relación médico-paciente donde el único interés se resumía en una frase: "Usted está enfermo y yo hago todo lo que pueda para curarlo". Todos creían en él y salían de la consulta con una fórmula en la mano y en franca vía de recuperación. "A mí me tocó así, antes de que todo cambiara. Fue la mejor época de mi vida", concluye.

Tengo un médico en formación en casa. Me lleno de esperanza cuando lo veo ponerle el tensiómetro a su abuelo octogenario, mirarlo a los ojos y darle un parte de tranquilidad, casi siempre, que el viejo agradece con una sonrisa para "el doctor chiquito".

Y me lleno de angustia cuando visito la EPS y me encuentro, fija en la pantalla de un computador, la mirada esquiva de un doctor muy ocupado en llenar formatos pero ausente, hasta la indiferencia, de mis achaques y dolores.

¿Qué será de mi pichón de médico? ¿Lo absorberá el sistema hasta perder la devoción por el paciente, término al que irrevocablemente me niego a renunciar para recibir el de usuaria? ¿Perderá su sensibilidad, sus oídos y su mirada compasiva?

De atacarse la corrupción y humanizarse la atención, ya tendríamos, al menos, dos motivos para esperar con optimismo la nueva reforma. No pretendo satanizarla antes de que empiece su aplicación pero necesitamos que funcione. Y bien. Que la cobertura no vaya en detrimento de la calidad y que la negligencia no mate de espera a los enfermos. Que el ánimo de lucro no sobrepase la calidad humana. Que desaparezcan la tramitología y las citas en lugares muy distantes al lugar de residencia. Que los médicos también puedan disfrutar del ejercicio de su profesión; que los criterios para evaluarlos no estén basados en cuántos exámenes ordenan y que no los sancionen porque se pasan de los topes establecidos para bajar los costos. En vez de eso deberían premiarlos por mirar a los ojos del paciente, oírlo con atención y sonreírle siquiera una vez durante la consulta. Por aprenderse su nombre merecerían vacaciones en Cancún, por lo menos.

Que esta reforma no sea un documento más de buenos principios, normas y leyes que serán violadas antes de que sean aplicadas. Ojalá que no.

Qué coincidencia. Al momento de poner punto final afuera llueve, otra vez, sobre mojado.

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