"Lo que no es útil para la colmena, no es útil para la abeja". Emperador Marco Aurelio.
La frontera entre la terquedad y la tenacidad muchas veces es difusa y hasta invisible. Insistir en algo que comprobadamente es un error no es una señal de perseverancia sino la falta de claridad para comprender que mientras más se insiste en el error, este no se corrige sino que se consolida.
El Parlamento Andino es un ejemplo de las muchas propuestas y buenas intenciones, aunque mal estructuradas, de la Constitución de 1991, que propuso en su artículo 227 la promoción de "la integración, económica, social y política con las demás naciones y especialmente, con los países de América Latina y del Caribe"; pero que respondía a malos análisis sobre los verdaderos logros que dicha integración podría alcanzar, y particularmente a la incapacidad de configurar mecanismos eficaces y eficientes que permitieran una fluida y útil integración.
Los resultados para los países miembros del Parlamento Andino son, siendo generosos, prácticamente invisibles, para no decir casi nulos. La discusión y los deseos en todos los países miembros de eliminar este organismo son la señal de su inoperancia e inutilidad que han logrado consolidar en los ciudadanos la idea que, más que herramienta se volvió un estorbo, que más que una posibilidad para el desarrollo de estos países y de su supuesta integración, se volvió la fórmula para que algunos políticos viajen, viatiquen y tengan sueldo a costa de todos, pero que ni siquiera como los zánganos de la colmena, sirven para fecundar algo. A la vista de los ciudadanos, pasó de herramienta a convertirse en parásito.
Las recientes elecciones demostraron que a los colombianos el Parlamento Andino no les dice nada bueno. La victoria del voto en blanco en contra del Parlamento Andino no fue necesariamente un rechazo a los postulantes, sino a la existencia de este organismo.
Por las vanidades e intereses personales de algunos de los interesados en pertenecer a este cuerpo inútil, les faltó grandeza a los partidos y movimientos políticos de Colombia para no presentar candidatos a este adefesio. Pero ahora resulta que se tendrán que repetir, a un costo altísimo, las elecciones para formalizar lo inservible.
Los votantes de este país quisiéramos ver a la dirigencia de un sistema político "representativo", siendo precisamente eso, representantes del querer de los ciudadanos, que no queremos ni creemos en el Parlamento Andino. Les pedimos encarecidamente a los directores de los partidos y movimientos políticos de Colombia que se abstengan de presentar candidatos a una nueva elección y que esta vez tengan el carácter, al menos por una vez, para poner por encima del deseo de sueldos y viáticos de unos pocos, el reclamo de muchos.
Rechazar al Parlamento Andino no significa que no se quiera la integración con el vecindario, que por cierto bien mal que estamos de vecinos, sino no una invitación a repensar las cosas, a usar las capacidades e inteligencias de la clase política, así a veces no sean tan visibles, a empezar de nuevo el camino, desechando lo que no sirve y mejorando lo que sí, y sin miedo a dejar morir lo que debe morir
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