La elección de Oslo como escenario de presentación de los diálogos Gobierno-Farc surtió efecto: en calidad de moderadores, los noruegos agregaron orden y sobriedad a la ceremonia. También una neutralidad que transmitió confianza a los asistentes a la misma y a los espectadores mundiales.
La privacidad inicial que caracterizó el encuentro de las delegaciones se trasladó ayer a la mesa y en el ambiente fue palpable el control de los anfitriones. Nada se salió de las manos, no hubo cabida a shows y los tiempos se controlaron con rigor, incluso para comunicarles a los periodistas que la rueda de prensa había terminado.
El aislamiento en un país lejano, la conducta moderada y la experiencia de los noruegos facilitando procesos de paz sirvieron para blindar de ruidos de opinión y de folclorismos el arranque de los diálogos. Sin música, pendones, gritos, espontáneos descontrolados ni jaurías de periodistas persiguiendo a los voceros del Ejecutivo o de la guerrilla, la instalación transcurrió sin contratiempos.
La metodología del encuentro, calificada como inédita por el Gobierno, se vio reforzada ayer por una jornada inaugural igualmente “seria y eficaz”.
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