El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha comenzado su repliegue estratégico para tratar de ganar la batalla más importante de su ya fulgurante carrera política: la reelección presidencial en 2012. Y lo ha hecho, fiel a su doctrina, hablando de paz y de mejores oportunidades para los estadounidenses, así el escenario para lograrlo sea ajeno: Afganistán.
Con la ratificación de los acuerdos suscritos con la OTAN, el año pasado, en Lisboa, donde Obama fijó el cronograma de retiro de sus tropas de Afganistán, la Casa Blanca enfilará toda su artillería a revertir el complejo panorama económico interno, el creciente descontento por la falta de resultados en la generación de empleo, y los altos costos de la guerra en momentos en que el propio Gobierno afronta severos recortes presupuestales, debido al déficit fiscal.
Consciente de los riesgos que entraña el retiro de 10.000 soldados antes de finalizar este 2011 y 23.000 más a septiembre de 2012, cuando estará en toda su ebullición la campaña presidencial, el líder estadounidense volvió a usar su oratoria y su sentimiento nacionalista para decirles a sus ciudadanos que "ha llegado la hora de concentrar sus esfuerzos en solucionar los problemas internos de los americanos", que no son pocos, como tampoco satisfactorios los planes adelantados hasta ahora por Obama.
Los niveles de aprobación de la gestión presidencial están a mitad de tabla y el panorama económico sigue cargado de nubarrones. Cuatro de cada cinco estadounidenses consideran que el país va mal, y menos del 50 por ciento considera que Obama merece una segunda oportunidad en la Casa Blanca, según las más recientes encuestas. De ahí que su pronunciamiento haya sido recibido con escepticismo y como de alto oportunismo político.
Un oportunismo que no han demorado en acoger varios de los principales aliados estadounidenses en Afganistán. Francia, Alemania, Italia y España, en camino de procesos electorales, también anunciaron la decisión de retirar sus tropas antes de 2014, acogiendo los argumentos de Washington de que se "ha logrado neutralizar el avance de los talibanes y el ejército afgano está cada vez más preparado para asumir la seguridad de su propio país".
Sin embargo, los temores y las dudas sobre los verdaderos resultados de la guerra contra Al Qaeda, así se haya dado de baja al máximo líder, Osama Bin Laden, aumentan el riesgo de una escalada terrorista en la región. Es evidente la desconfianza de Estados Unidos en la solidez política y militar en Afganistán, y mucho más en la frágil cooperación de Pakistán en la lucha contra los talibanes, después de los hechos conocidos con Bin Laden.
A menos de que los acercamientos que se vienen haciendo con miembros de los grupos talibanes, y de los que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo ayer "son un mal necesario para garantizar la estabilidad de la región", estén avanzando a tal velocidad que el anuncio de Obama, además de político, sea así de real.
O que Obama, definitivamente, ha tomado la decisión de cederles el protagonismo a quienes todavía creen que las guerras son un buen botín electoral y desmontar la tesis de que Estados Unidos es el único país que tiene que liderarlas todas. Eso explicaría el tímido papel en los conflictos en Libia y Siria.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6