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Palco que nadie envidiaría

28 de noviembre de 2008
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Detrás del vidrio, metido en una cabina del sector norte del estadio Atanasio Girardot, el volante creativo del Medellín Ómar Sebastián Pérez presenció el clásico antioqueño. Tras una malla, lejos del banco, en la zona suroccidental, el técnico José Fernando Santa dirigió a Nacional.

Estos dos tradicionales protagonistas del duelo entre verdes y rojos experimentaron sensaciones del fútbol que no quieren volver a repetir, pero a las cuales están expuestos constantemente.

Ómar, quien padece una lesión que lo marginó del compromiso, se fue hasta el camerino y compartió con sus compañeros los minutos previos. Vestido de civil se movió por allí, habló con sus colegas para darles aliento y luego vivió su propio partido.

"Confío plenamente en ellos, hay un lindo marco en el estadio y sé que van a dar lo mejor. Lo más difícil para mí ahora es tener que mirar el partido desde la barrera", dijo en tono pausado el mediocampista que estuvo acompañado por el preparador de arqueros Wilson Londoño y el zaguero juvenil Juan David Muriel.

En la cabina, casi de incógnito, mientras la afición de norte no paraba de cantar, lucía fresco, aunque de vez en cuando pasaba sus manos por el rostro cuando los jugadores del DIM no atinaban en la definición o en las acciones de riesgo de Nacional.

Al otro lado, rodeado de los asistentes del club verdolaga, Santa intentaba mantener la calma que lo caracteriza. La expulsión frente a Millonarios, por un reclamo sin sentido, lo sacó del clásico y debió recurrir a un mensajero para dar sus instrucciones. Había que ver las carreras del gerente deportivo Nicolás Arizmendi, quien actuó de delegado, para ir de un lado a otro a llevarle razones al asistente Víctor Hugo Aristizábal.

Ahí, muy cerca de las graderías, José Fernando Santa supo reaccionar ante los gritos de los hinchas que pedían cambios, un ambiente muy diferente al del comienzo en el camerino cuando realizó la charla técnica y habló con optimismo de un duelo que tanto él como Ómar Pérez jamás olvidarán porque su rol no fue el tradicional.

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