Seguramente ha escuchado de concursos de belleza, musicales, de talento o de cuentos. Pero con certeza poco ha escuchado de concursos de arquitectura, urbanismo y proyectos que a futuro definirán y transformarán su barrio, ciudad y tal vez las costumbres y el futuro.
Quizá conocerá o hará parte de su entorno de ciudad proyectos como la Biblioteca España, Biblioteca León de Greiff, Complejo Deportivo para los Juegos Suramericanos, el Centro Internacional de Convenciones, CIC, Plaza de la Libertad, Clínica de la Mujer, Parque de la Vida, entre otros.
Pero ¿sabe cómo surgieron?, ¿de qué necesidades en particular se plantearon? o ¿por qué tienen una forma específica?
Todos ellos han sido adjudicados a través de la modalidad del concurso de arquitectura, que permite de manera honesta y transparente, escoger el mejor camino para materializar un sueño: tener escuelas y bibliotecas para los barrios marginados, tener mejores condiciones laborales para los empleados, tener espacios públicos de calidad o simplemente el de construir un parque turístico temático de escala nacional.
Quien formula el sueño (el cliente) se encuentra con diversos caminos para lograrlo y diferentes formas de conectarse y transformar a la ciudad o paisaje que lo circunda, escogiendo con la asesoría de un jurado, la propuesta que crea ser merecedora de construirse.
Para un arquitecto en una profesión cargada de incertidumbres, con más profesionales saliendo de las universidades con mínimas oportunidades laborales, con el mercado apoderado por las mismas firmas consolidadas, es una oportunidad de emerger por cuenta propia, de defender y validar las ideas, expresar y experimentar con ellas, hacer cosas que en otras circunstancias no sucederían. Es decir, proyectar con mayor libertad y con suerte generar por cuenta propia trabajo a corto o mediano plazo.
Colombia y en especial Medellín, son un modelo a seguir en este tipo de convocatorias.
La Sociedad Colombiana de Arquitectos, entidad convergente entre el cliente y el arquitecto, es quien formula y acompaña todo el proceso de adjudicación de un proyecto arquitectónico y urbano. Evita los clientelismos, las decisiones bajo la mesa y otorgan la oportunidad de nuevas arquitecturas, de garantizar la adecuada construcción de la ciudad, del manejo transparente, honesto y adecuado de los recursos.
Cierto es también que el sistema no es incorruptible, que algunos concursos son una cortina de humo para hacer ver transparente la elección de un proyecto que ya había sido adjudicado, y no por un estudio que permitió darse cuenta de la necesidad específica de una población.
Son violaciones a las bases, al decreto 2090 de 1989 que regula los honorarios de los trabajos de arquitectura, maquillando presupuestos y deteriorando el ya mal gastado salario del profesional.
Pero mejor, quedémonos con lo positivo, y mejoremos este buen sistema de producir arquitectura y ciudad, escojamos jurados idóneos, que hayan participado en concursos, que sepan el esfuerzo que hacen los colegas, jurados de diferentes generaciones que permitan la evaluación íntegra y desde diferentes puntos de vista de todos los proyectos participantes, respetemos la ley que regula el pago de honorarios, pues son de los pocos espacios que intentan hacerlo.
Por último, tratemos de involucrar en la dinámica a la población, con mecanismos de participación que los haga parte de la transformación de su ciudad y permita identificar sus reales necesidades.
*Arquitecto de la empresa Bassico Arquitectos.
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