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PARÁBOLA: EL RICO INDIFERENTE ANTE EL SUFRIMIENTO DEL POBRE

  • PARÁBOLA: EL RICO INDIFERENTE ANTE EL SUFRIMIENTO DEL POBRE |
    PARÁBOLA: EL RICO INDIFERENTE ANTE EL SUFRIMIENTO DEL POBRE |
28 de septiembre de 2013
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El sufrimiento del pobre ante la indiferencia del rico es un tema bíblico recurrente. El profeta Amós (6, 1a.4-7) critica la orgía de los disolutos, insensibles ante la miseria de los excluidos, y el Evangelio (Lucas 16, 19-31) nos presenta la parábola del Epulón ("banqueteador"), indiferente ante el pobre Lázaro (en hebreo "Dios ayuda").

Mientras el destino final del Epulón es el sufrimiento perpetuo en el infierno por no haberle importado la suerte de Lázaro, este disfruta de una vida feliz en el seno de Abraham, figura simbólica que corresponde a lo que nosotros llamamos el cielo. No son lugares físicos, sino estados espirituales más allá del espacio y el tiempo.

Jesús no propone la resignación conformista de los pobres porque en el "más allá" recibirán el alivio de su miseria. Al contrario, su mensaje es un llamado a la solidaridad con quienes padecen la pobreza para contribuir a que salgan en esta vida de esa situación, causada por la injusticia social que ha ido haciendo que unos pocos acumulen riquezas a costa de un número cada vez mayor de desposeídos.

Las estadísticas mundiales de la pobreza son alarmantes: 2.800 millones de personas intentan sobrevivir con menos de 2 dólares diarios; 24.000 personas mueren diariamente por hambre; más de 1.000 millones carecen de agua potable y vivienda digna; 880 millones no tienen servicios básicos de salud.

Ante esta realidad, ¿nos contentamos con "no hacerle mal a nadie", o vamos más allá, saliendo de la indiferencia y contribuyendo a instaurar una sociedad en la que a todos se les reconozcan efectivamente su dignidad y sus derechos? Desde este interrogante cobra todo su sentido la exhortación de san Pablo: "practica la justicia, la piedad, el amor" (1 Timoteo 6, 11-16).

La justicia es no sólo la equidad, sino ante todo la opción por los pobres, para que sean los primeros en ser atendidos; la piedad es no sólo la oración, sino ante todo la compasión consistente en sentir como propio el sufrimiento ajeno; y el amor cristiano es no sólo el afecto hacia quienes nos caen o nos tratan bien, o que nos pueden recompensar, sino ante todo la solidaridad con los desposeídos para buscar con ellos la liberación de su miseria.

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