Por la boca no mueren todos los peces. Mueren también porque sin cesar caen los árboles y el clima loco los enloquece también.
Sobre los 116 kilómetros que el río Amazonas le regala a Colombia, hace un tiempo comenzó a notarse lo que se transformó en señal de alarma: la talla de los peces era cada vez menor. Sobrepesca.
De los ríos de la Amazonia colombiana se extrae el 34 por ciento del pescado de agua dulce que se consume en el interior, un manantial sobre el que se voltearon los ojos tras la paulatina extinción de la pesca en el río Magdalena.
Pero de ella brota la principal fuente de proteínas de la población del trapecio amazónico: el pescado. Mientras un colombiano del interior, cuenta Luz Marina Mantilla, directora del Instituto de Investigaciones Amazónicas Sinchi con sede en Leticia, consume unos 4,5 kilos de pescado año, en la Amazonia son de 37 a 180.
En la rica y biodiversa región habitan unas 750 especies de peces, de ellas unas 100 tienen interés comercial. Entre los peces más apetecidos figuran el dorado, lechero, pirarucú y pintadillos, cuyas poblaciones y tamaños comenzaron a encogerse.
¿Qué sucede? El mercado del pescado amazónico genera un intercambio comercial cercano a 14.000 millones de pesos anuales, una suma que a la par que revela la importancia del recurso, alimenta su sobreexplotación.
Pero hay más. El cambio climático, dijo Mantilla, incide. En 2010, por ejemplo, la región vivió una sequía casi sin precedentes. Los ciclos alterados del clima influyen en los ritmos reproductivos de las especies. Y en la Amazonia sí que se están sintiendo: hay temperaturas más elevadas y una humedad que se ha modificado, con lluvias más acentuadas.
Un tercer factor es la deforestación. Uriel Murcia, investigador del Sinchi que realizó un estudio sobre la pérdida de bosques 2002-2007, dijo en su momento que ese último año el 4,16 por ciento de la Amazonia eran pastos limpios, frente a 3,20 en 2002.
La tasa de deforestación de la selva en la región, informó la directora del Sinchi, es de 156.600 hectáreas año.
"Si el bosque se afecta, los hábitats también y con ellos los peces. La pesca depende de los servicios ecosistémicos". Al paso de las motosierras llega la transformación de las áreas inundables, que agravan el problema.
La contaminación generada por las aguas residuales, la minería y el uso indiscriminado de productos agropecuarios perjudican el desarrollo normal de los peces.
La situación no solo afecta a Colombia. En la región y al río Amazonas confluyen Brasil y Perú. Delegados de los tres países presentarán en un coloquio del 8 al 12 distintas investigaciones sobre la ictiofauna regional.
La carencia de mayor conocimiento científico sobre el recurso afecta asimismo la ictiofauna, explicó Mantilla. Ese conocimiento es básico para la toma adecuada de decisiones.
Está en juego la seguridad alimenticia de pueblos.
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