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HISTÓRICO
Poesía para exorcizar la guerra
Mario Alberto Duque Cardozo | Publicado
El asunto es de sentirla, explica la mujer en embarazo que responde al nombre de Mónica Saldarriaga.

Algo de razón tiene, porque ahí está Ashraf Amer, poeta de Egipto, leyendo en su lengua natal un poema de amor... y nada se entiende.

Bueno, algo sí queda en el ambiente: el sentimiento con que el egipcio acaba de contarle a los asistentes al Festival de Poesía, en el Orquideorama del Jardín Botánico, una pena del corazón.

Y llueven aplausos. Luego llega la traducción y de nuevo se oyen sonar las palmas, entre ellas las de Mónica.

"Hay muchos que son posudos, otros que no saben qué está pasando y algunos más a los que la poesía nos ha ganado el alma, por eso estamos aquí". La explicación es del escritor de poesía Carlos Jaramillo.

Y mientras Carlos señala sus razones para asistir a la jornada de declamación, el surafricano Zolani Mkiva, señor de la poesía y el repentismo en su país, grita a voz en cuello que Dios bendiga a África y que bendiga a Colombia. Poesía en guerra
Freedom Nyamubaya lleva su pelo ensortijado como una gran melena.

"I like dance", dice, pero en esta ocasión va a leer su poema Introducción. Y habla de balas, de guerra, de fusiles, de enemigos, de ignominia...

"Vea como son las cosas, lo parecido que somos pese al océano de distancia que hay entre nosotros", anota Mónica, sin dejar de mirar hacia el escenario donde también está Juliane Okot Bitex, de Uganda.

Esta es una jornada de poesía africana, marcada por lo social, por el dolor y por la guerra.

Déjanos ser, pedía Mkiva en otras de sus líneas. África es el continente madre, repetía el traductor, volviendo inteligible el sentido poema del africano.

Y otra vez Freedom se para frente al micrófono y narra con el lirismo de la poesía, los horrores de las batallas en Zimbawe.

"Es que no se trata del idioma, sino de saber que estos poetas existen y que aquí puedo oír lo que tienen para decir, lo que pusieron en las hojas de sus libros y cuadernos, lo que es universal, pero nosotros no lo conocemos", argumenta Jaramillo.

Siguen los aplausos y los poemas se suceden uno tras otro.

"Lo mejor de esto es disfrutarlo y punto, como le decía, el asunto es sentirlo", insiste Mónica, mientras la poesía del continente negro se deja oír al fondo, bajo las palmas que baten cada línea leída y cada línea traducida al español.
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