Una de las grandes satisfacciones que tiene este oficio es que, en esa búsqueda, se entienden el entorno y su verdad, pero este placer tiene un precio: a veces la incomprensión social, la acusación fácil, los riesgos para la seguridad física y, el mayor de todos, el dolor que produce descubrir verdades que escuecen el alma. Se necesita valor para mantener la ilusión y la mirada en el horizonte frente a algunas realidades y a las presiones del entorno pero, por fortuna, lo tenemos. Hoy duele, por ejemplo, la deshonra de la palabra.
La expresión "la política es dinámica", se ha convertido en una peligrosa muletilla de justificación barata a la falta de coherencia política. Esta inaceptable frase manifiesta implícitamente que los principios son activos endosables a conveniencia. Esto es inaceptable: ni la dignidad humana ni el deber ser son negociables. ¿Dónde quedó el valor de la palabra? ¿Esa expresión abstracta que nos sirve para transmitir emociones, intercambiar y construir ideas, y para expresar misterios y sueños?
El presidente de Colombia es la cabeza de nuestro gobierno, debe ser el líder mayor del país y el maestro de la sociedad. Lejos están los dos candidatos que encabezan las encuestas de poder asumir ese rol con el comportamiento que recientemente han tenido. Si los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, no podemos elegir estos candidatos si no se reivindican y dejan de ser poca cosa. El fin no justifica los medios y están dando un espectáculo vergonzoso, esto incluye a algunos expresidentes, que por estos días dan pena. Ciertamente los políticos tienen que cesar el irrespeto hacia sí mismos, hacia el cargo a que aspiran, hacia la sociedad que los elige y representan, pero de igual manera, la ciudadanía tiene que autocontrolarse en sus expresiones, volver a las ideas, a los argumentos, al debate educado, reflexivo y constructivo tanto cuando se habla con nombre y apellido como cuando se hace desde el anonimato que a veces permiten las redes sociales. Requerimos recuperar la cordura y la decencia, el significado y el valor de las palabras.
El presidente Santos no puede afirmar, como lo hizo en la revista Semana, que "esta elección es entre la paz y la guerra", porque no es así. Primero, porque en el acuerdo general de las negociaciones de La Habana dice: "La decisión mutua de poner fin al conflicto como condición esencial para la construcción de la paz estable y duradera"; luego, se busca firmar el final del conflicto porque la paz no se puede firmar, se construye. Otra claridad semántica.
Segundo, reconocemos que el mandatario ha sido quien ha liderado el proceso de paz, y entendemos que lo defienda, pero no hasta el punto de someterlo, por pánico electoral, a la politización. Debe darse cuenta que hoy el proceso de paz es más importante que él mismo y que ni el diálogo ni los respetables negociadores del Gobierno merecen infectarse de esta contienda electoral. En tercer lugar, existen candidatos que han afirmado continuarían con las conversaciones, en sus propias palabras.
El doctor Óscar Iván Zuluaga no puede ir y venir con sus testimonios, cambiando sus versiones cada vez. Montaje o no montaje, lo que muestra el nivel del ser es su actitud ante los hechos. La mentira no es aceptable, es la triste manifestación de la falta de palabra.
Son cinco -no solo dos- los candidatos para estudiar. Uno de ellos tendrá que decir: "Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia"... ¡vaya palabras!
MIENTRAS MÁS HABLAN DE PAZ, NOS ESTÁN METIENDO EN UNA HOGUERA DE GUERRA
Por MARTA LUCÍA RAMÍREZ
Aspirante a la Presidencia de la República por el Partido Conservador
En el debate electoral no se ha honrado la palabra, no se ha respetado el país y no se ha actuado con responsabilidad frente a la historia. Nosotros venimos de 60 años de confrontación política y yo siento que las dos campañas que están liderando las encuestas nos quieren meter en otra confrontación, que puede ser fratricida. Ya se perdió la posibilidad de debatir, de presentar propuestas, de analizar verdaderamente diferencias sobre programas.
Las propuestas son lo fundamental en una campaña electoral pero nos terminaron encasillando en las peleas. Esto ha sido completamente irresponsable por parte de las campañas y también pienso que algunos medios han contribuido a meter al país en una hoguera por cuenta de la polarización.
Pero me parece que aquí sí ha habido una gente que ha hecho un trabajo serio para presentarle al país una visión distinta, de crecimiento, de consensos, de inclusión que es lo que necesita Colombia.
La apuesta por la paz debe ser una propuesta sincera, no la apuesta verbal que han hecho muchos durante muchos años. La puesta sincera es justamente fortaleciendo las instituciones y la democracia. Mientras más nos han hablado de paz el candidato presidente y la otra candidatura lo que están haciendo es metiéndonos en una hoguera de guerra.