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POR QUÉ EXAGERA VARGAS LLOSA

  • JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA | JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA
    JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA | JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA
22 de abril de 2012
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Me resisto a aceptar que Vargas Llosa esté optando por el pesimismo catastrofista al vaticinar la extinción de la cultura y el triunfo de la banalidad y la basura mediática. Pero me lo explico. Es un escritor que tiene dos almas, la de novelista y la de ensayista. Con ambas ha sido muy afortunado, algo excepcional en la literatura, porque muchos otros han fracasado al dar el salto del ensayo a la novela y viceversa.

El Vargas Llosa ensayista es crítico implacable, integrista, de la cultura del espectáculo. En cambio, el novelista ha sido una estrella rutilante del espectáculo de la cultura. ¿Para qué viene ahora, en escritos recientes y en el libro que está por salir, a posar de trascendental y desconocer el dato frívolo y la jovialidad, de los que ha necesitado para hacer más atrayentes sus novelas? He leído que el Nobel hispanoamericano cuestiona la llamada cultura del entretenimiento. ¿Acaso la novela no se inventó para el goce de los lectores e incluso de los que no supieran leer? Sólo una de las obras novelescas de Vargas Llosa me ha parecido un ladrillo indigesto, La guerra del fin del mundo. Todas las demás entretienen, transportan a tiempos y espacios que nos ayudan a salir de las tormentas y los tormentos cotidianos. No veo por qué deban excluirse de la cultura del entretenimiento, ni creo que un novelista escriba para aburrir a los lectores.

Y tanto el narrador como el historiador tienen que basarse en los microeventos de la vida diaria, en el fenómeno cultural de la moda y el vestuario, en los datos que acreditan las costumbres, en las recetas de cocina y, en fin, en todos los detalles que le faciliten la expresión realista, para que la obra escrita se parezca a la vida. Y a la vida, en su complejidad, en su trascendencia y su insustancialidad, se parecen también los medios de comunicación. Otra cosa, criticable e inaceptable, es dejar, sin hacer resistencia, que lo light y la frivolidad dominen la cultura y la degraden.

Estoy presenciando este fin de semana el espléndido espectáculo de la Feria Internacional del Libro en Bogotá. No creo que se haya construido para envilecer la cultura (aquello que nos hace mejores como seres humanos), ni para que la gente permanezca en la ignorancia y el oscurantismo abominables. En la sed de lectura de miles de individuos percibo un ánimo de superación que me reafirma en el optimismo. La cultura, la del libro, pervive y se expande.

Que el muy leído y admirado ensayista Vargas Llosa no venga a dárselas ahora de purista cultural, si como novelista ha cometido tantas novelas, para delectación de quienes hemos sido sus lectores impenitentes.

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